martes, 3 de enero de 2023

VARIACIONES SOBRE EL AMANECER: MI VIDA EN AGENDAS, por Mariví Verdú

Llevo treinta y cuatro horas sin salir de mi casa, lo más lejos que he llegado es al tendedero. Con la vista ya es otra cosa porque desde mi ventana, como decía en su copla José Manuel Ruiz Rosa “El Chino de Málaga”, se divisa el mar que baña la playa de mi libertad... Una letanía se oye a lo lejos y la voz de un niño que le dice a un viejo: ¿De quién es la playa, de quién es el mar, de quién son las olas y de quién la sal?... Ay, las coplas y los versos de mi vida. 

Sí, despedí el año oyendo a El Chino en el patio de mi casa, junto a un buen amigo de El Palo a quien le emociona tanto como a mí escuchar y paladear a ese magnífico cantaor, creador y guitarrista que tuve la suerte de conocer en vida y de escuchar tantas veces. Y nos comimos al sol medio cabrito que guisé como lo hacía mi madre, a fuego lento, con ajos, pimienta, laurel y vinito blanco. Eso fue el día treinta a mediodía porque el treinta y uno, tan agradable como el anterior, lo pasé con amigos en el almuerzo y por la noche con la familia -las uvas junto a mi nieto- cosa que agradezco enormemente porque me devolvió la ternura perdida. Aunque preferiría que pasaran de largo las Pascuas, unas fiestas que nos pone a todos de los nervios y que no acabarán hasta el día de Reyes, he de reconocer que se pasan mejor con buena gente y haciendo lo que a una le da la realísima gana y no con compromisos absurdos de brillos y posturas. El paso de los años nos va transformando en quienes somos de verdad, libres del qué dirán, de prejuicios y banalidades, dejándonos con la piel verdadera, la que solo necesita transparencia y sentimiento y donde las arrugas solo son la puntuación de esta escuela de los años.

Mientras escribo ha salido tibiamente el sol, está el día frío pero toca salir a la calle, hay que comprar pan -con el precio de la luz no compensa ya hacerlo en casa- y organizar un poco el trabajo. Tengo que regalarme una agenda que llevo sin escribir nada todas las fiestas, desde el día veinticuatro no he cogido la pluma, ni ganas de hacerlo. Tal vez deje sin anotar todos esos días y retome esta tarde el día tres como inicio de actividad. Sí, dejaré varias hojas en blanco o escribiré poemas sobre ellas... Las agendas son mi diario, tengo un estante con mi vida, agendas de escritura inútil por miedo al Alzheimer o por no sé qué vicio de anotarlo todo. Pero no sé vivir sin repasar cada noche mi día y cada día mi noche, sin pedirme cuentas de lo que hago con mi tiempo, de saber dónde pongo mis ojos y con quién comparto mis sentimientos, de llorar las consecuencias de mis actos, sonreír por mis triunfos o arrepentirme de dar más de lo que recibo cuando ya no hay solución. Todo se queda en mis agendas, los amores perdidos, las decepciones sufridas, las victorias y las derrotas. Se han quedado los nombres y teléfonos de amigos que no están, que no viven o que se han quedado en el olvido que para el caso es lo mismo; se han quedado momentos magníficos, caminos andados, promesas incumplidas, se ha quedado mi vida en las agendas.

No sé si hago bien en escribir esta mañana pero es lo que me pide el cuerpo. No hace tiempo de podar las parras todavía, ni los rosales, por eso necesito invertir mi tiempo en podar mi alma para que retoñe en primavera libre de todo mal, limpia como los ojos de mi niño, como el alma de mi nieto, como las violetas del parterre de mi madre. Perfumada.

Desde este Garitón cubierto de musgo, con tantos proyectos para dos mil veintitrés como si tuviera veinte años, Mariví Verdú

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...