viernes, 13 de enero de 2023

VARICIONES SOBRE EL AMANECER: LUNA MENGUANTE DE ENERO, TIEMPO DE PODA, por Mariví Verdú

Llevo despierta desde las cinco y media y mi cuerpo reacciona al frío. Enciendo mi lamparilla y busco el móvil y las gafas. Me quedo entre el calor de las sábanas para dar mi clase de francés on line. Tengo que retrasar la hora y coger una libreta para ir anotando las palabras nuevas pero no soy capaz de abandonar el nido. Ya me va fallando la memoria por lo que alterno un ejercicio de palabras, uno de esos que enganchan, pero a los dos les he puesto un tope de treinta minutos porque tengo que dosificar el tiempo, un tiempo que ya va escaseando. Me levanto y me abrigo: enero está aquí.

Enciendo el ordenador y me siento a escribir. Acabo de darme cuenta de que es viernes y trece. Son las seis de la mañana. Hoy es el primer viernes trece del año. No sé a qué se debe el temor a los treces o a los viernes, para mi es un día perfecto. He mirado en Internet los motivos populares de esta fobia y me parecen un montón de chorradas. Como si en el resto de fechas no sucedieran cosas tristes y graves... Cada día veo más errores en esta Wikipedia donde cualquiera puede escribir lo que le apetezca sin rigor científico y sin un control que contraste y dirima la verdad. Nadie debería dar por cierto lo que se publica sin consultar otras fuentes. Falla más que una escopeta de caña. Yo no tengo ninguna fobia, adoro este segundo número primo de dos dígitos y mi única certeza es que fui madre por segunda vez un día 13 y puedo asegurar que fue y sigue siendo un día memorable.

Hay quien me dice que le gustaría escribir pero nunca se pone. Y, si no se pone, nunca escribirá. Escribir es como todo: ponerse, exponerse, ser sincera, fiel a una misma y tener voluntad de compartir las experiencias, las ideas, las vivencias, las ilusiones... Hay que ser generosa e invertir en palabras el tiempo que nos han otorgado. Eso es ser escritora y no otra cosa. Hay quien espera las ocurrencias de otro para estimular su palabrería pero hay que buscar dentro de una misma y, si no se encuentra un motivo, dejarse ir por el lienzo en blanco bordando una flor aquí, otra allí, y al final tienes un jardín. Hoy no tengo otro argumento para escribir que el magnífico día de ayer. Qué maravilla de jueves, de sol, de oportuno entretenimiento: podar, aprovechando la luna menguante de enero; partir almendras e irme comiendo las que que se van rompiendo...; estar a ras del suelo, junto a mi gata, tocando la tierra, observando el milagro de las violetas y disfrutando el intensísimo verde del musgo en las umbrías.

Reflexiono. Me siento afortunada. No a todo el mundo le es permitido tener siquiera un cuadradito de tierra para poderse mezclar con ella antes de morir pero es que hay mucha gente que no lo quiere, que no lo valora o que le importa un bledo si las papas nacen de una rama o las fresas de un madroño.  A quien no le guste o valore el campo, no le debería llegar ni un puñetero limón, por más dinero que tuviera para pagarlo. Vivir con la naturaleza es fundamental para los seres humanos, conocer qué pasa, cómo nace y crece lo que nos comemos, respetar lo sagrado porque, una vez conocido y aceptado como propio el ciclo del almendro no cabe el  desarraigo niel desprecio, solo cabe el amor.  No quiero pasar por el mundo mirando los envoltorios, lo prescindible, lo innecesario, quiero ungirme de tierra y hojarasca, inigualable esencia de la vida. Y ayer salí perfumada, ayer, con una tijera de podar en la mano, una carretilla y un escardillo fui la reina del mundo y Gea habitó mi corazón.

Subí a beber agua y me vi en el espejo del recibidor. Tenía una luz en la cara y un buen color que parecía haber viajado en el tiempo años atrás cuando mi cuerpo estaba al cien por cien de cualidades físicas... Pudo ser una ilusión pero sé que ni en el mejor centro de belleza del mundo me podrían haber dado una dosis parecida de vitalidad a la que recibí ayer gratuitamente del sol y del aire. De la madre tierra.

Hoy, viernes, después de mi descanso nocturno, después de contar mi experiencia, me siento viva en este presente que galopa en el minutero y no deja de ser presente para ser pasado escrito. Hoy me tomo el día con agradecimiento, con ganas de poner a hervir la cafetera y de saborear que estoy aquí, encima de este monte, tan trabajoso como generoso, tan vivo como cambiante, tan hermoso,  adonde me entrego cada día.

Desde El Garitón, podando rosales llenos de rosas, Mariví Verdú

 
 
* Mi hijo me mandó ayer una impresionante foto del Puente de Castilla-La Mancha con su mástil perdido entre la niebla... Y me pareció estar allí también, caminando con él, sintiendo esa particular temperatura en mi cara, viendo esos colores pardos, sobrios, castellanos y poniéndolos en mi paleta para seguir pintando mi vida, porque estar en la vida es disfrutar cada instante, cada momento compartido con la naturaleza,  con la belleza de este mundo.

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