sábado, 14 de noviembre de 2009

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE RECUERDA A SAN AGUSTÍN

Hoy, viernes trece de Noviembre, cumpleaños de San Agustín, el de los trece libros, considerado uno de los Padres de la Iglesia, quiero dedicar mi artículo a la reflexión sobre la vida y sus dos polos: el bien y el mal. Esa es la intención, veremos si no salgo por peteneras.Este santo, San Agustín, nace cerquita nuestra, en las costas de África que baña el Mar Mediterráneo, frente a las islas de Cerdeña y Córcega -lo que en la actualidad llamamos Argelia, dominada por los romanos en el Siglo IV-. Corría el año 354 cuando vino al mundo nuestro Agustín. santo cercano, al que considero de la familia, tanto por el transcurrir de su existencia, dolido por el mundo y atrapado entre el bien y el mal, como por lo que su vida representa en la mía, tan tocada por la desgracia de pensar.

Andemos como de día, honestamente,
allí donde la luz de la razón se enciende...

La filosofía de San Agustín recibió influencias, como recibe cualquier hombre de inevitable educación mimética, pasando, en su búsqueda de la verdad, por varias tendencias: la maniquea, un terrible dolor de sentirse predestinado y envuelto en reencarnaciones que alcancen el estado luminoso, ya que la luz es la divinidad; la platónica, tan cercana a nuestra religión cristiana y a mi naturaleza poética, y en un arrebato divino se va, dejándolo todo a vivir el más completo ascetismo buscando a Dios en la pobreza y la oración. Él, el santo Agustín, que decía que no hay felicidad verdadera si no es eterna, anduvo su existencia costándole muchas lágrimas a su madre, Mónica, que le veía retirarse en su juventud del camino que ella deseaba para su sangre. Ella compartió con su hijo el dolor de buscar la verdad, principio de la locura. O de la santidad.

Mi alma, que recuerda, intuye y aguarda, también conoce el sentido profundo del misterio y el dolor de su incomprensión.

San Agustín decía que no es casto el corazón que ama a Dios por la recompensa, y cuánta razón tiene pero ¿quién puede creer si no recibe alguna vocación, es decir, algún testimonio que le llegue al corazón? ¿y cómo puedes amar lo que no conoces?

Él, que buscaba la explicación psicológica de la Trinidad y el misterio del hombre creado a imagen de Dios, que buscaba al hombre interior en su trinomio memoria, inteligencia y voluntad, afirmaba que no avanza el hombre que se conforma con lo que sabe, creyéndose sabio, porque no es por la distracción, sino por la atención, como se camina hacia las vocaciones superiores.


El Santo de hoy, Agustín de Hipona, era pesimista porque era sabio, escéptico, por desencantado; inconformista, por simple aplicación de la razón, y el único optimismo de su vida era alcanzar el entendimiento de Dios y de la Trinidad. Cuenta la tradición que un día, mientras paseaba por la orilla del mar, pensando en Dios y su misterio trino, vio cómo un niño que andaba jugando en la arena quería llenar con agua de la mar – que transportada en su cubito, viaje tras viaje- el boquete que había hecho en la arena. Agustín le preguntó qué hacía y el niño le contestó que estaba sacando el agua del mar para llenar su pocito, a lo que el santo replicó que era imposible. Cuentan que aquel niño era un ángel enviado por Dios, porque dijo a San Agustín, antes de desaparecer, que más difícil era descubrir el misterio de Santísima Trinidad que rondaba por su cabeza. Verdad o leyenda, es tan acertado el cuento como vigente.

San Agustín murió con más de noventa años. Antes de la muerte de su madre había vendido todo lo que tenía, dando el dinero a los pobres y retirándose con ella para seguir a Dios, mientras recomendaba que si no podemos hacer "lo más", rechazar los placeres terrenales, hagamos lo menos. Lo menos sería: "no matarás, no adulterarás, no desearás los bienes ajenos...". Qué lejano suena hoy, en la sociedad actual, su mensaje. Y qué cercano al alma de los tristes. ... Aunque más triste todavía será el final del que sólo lleve sobre sus hombros el peso abrumador de la avaricia.

Por recordar a San Agustín, para mis compañeros José García Pérez y Manuel Ángel Rodríguez y para todos los lectores de Diario La Torre y de este blog que tenéis abierto, vaya este poema, algo antiguo, separado del libro inédito De Dios y de su falta, libro que os iré descubriendo desde estas páginas.


MAREA DE SAN AGUSTÍN

Por la orilla camino
sintiendo cómo el agua
arrastra mi destino,
y vuelvo hacia mis pasos
buscándome en el tiempo
ingenuo del fracaso.
Marea del dolor,
creadora del abismo
donde el sueño cayó.

¡Ay, playa de la vida!,
arena de costumbre
donde la muerte anida.

Plenilunio de amor,
devuélveme la risa
que su adiós se llevó.

...Por la orilla regreso
recordando la dulce
saliva de aquel beso
y un pájaro, en su trino,
me reveló el misterio
más profundo y divino:

Al borde de la mar
quiero quedarme, sólo,
para cantar.

Desde El Garitón, con mil cosas en la cabeza, con muchas dudas y pocas certezas en mi corazón, Mariví Verdú

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