domingo, 27 de septiembre de 2009

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE, A JUEGO CON EL DÍA

¡Ay, cuánta belleza tiene el día de hoy!
No sé por qué razón me identifico de esta manera con el día, por qué soy tanto del otoño, por qué espero la lluvia con ansia y septiembre con tanta inquietud. Parece mentira que ni en la juventud me gustara más el verano, ni cuando desnudarse en la playa no me resultara tan difícil como hoy, con las carnes ajadas y las heridas de la guerra… la vida. Ya desde niña era este mi mes preferido, cuando empezaba el colegio y olía a lápices y goma nuevos mi equipaje. Septiembre, mes delicioso, de tarde frescas, de cielos luminosos, los más luminosos del año y más azules, en los que el mar descansa de gente y de potingues y recobra su espuma natural y su calma, ese latir constante que nos supera a todos.
He sacado algunas macetas a disfrutar de la lluvia, macetas de interior que no ven las pobres una gota de agua al natural, y hasta yo misma he salido a mirar hacia arriba, a dar gracias a no sé que dios grande y agrisado de los cielos, y me he conformado con mi vida, a pesar de que las cenizas de los míos, que ya son tierra, se estén empapando. Qué daría por que la lluvia les mojara la cara y a mí me deshiciera los ojos para verlo. ¡Qué daría por que esta canción de Serrat la pudiera volver a oír sin este dolor de corazón que no me deja acabarla!

Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.
Pintaron de gris el cielo
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde que se adormece
parece
un niño que el viento mece
con su balada en otoño.
Una balada en otoño,
un canto triste de melancolía,
que nace al morir el día.
Una balada en otoño,
a veces como un murmullo,
y a veces como un lamento
y a veces viento.
Te podría contar
que esta quemándose mi último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa doy
todo lo que soy,
porque estoy solo
y tengo miedo.
Si tú fueras capaz
de ver los ojos tristes de una lámpara y hablar
con esa porcelana que descubrí ayer
y que por un momento se ha vuelto mujer.
Entonces, olvidando
mi mañana y tu pasado
volverías a mi lado.
Se va la tarde y me deja
la queja
que mañana será vieja
de una balada en otoño.
Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados...
Joan Manuel Serrat.
Con mi vista hacia el Jarapalo, gris y verde como un lienzo de otoño, Mariví Verdú

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