viernes, 9 de abril de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE RECLAMA EL DERECHO DE LOS ESCRITORES

Me juré olvidar el asunto, no tenía tiempo ni de enfadarme en pleno proceso creativo de la décima Revista Calle del Agua. La mala sangre no me hubiera dado más que problemas a tan excelente fruto como el que mañana sábado, 10 de Abril, a las 8,30 de la tarde, en el Centro Cultural “Vicente Aleixandre”, tendremos en las manos, ni me hubiera permitido compaginar todo su entramado, desde preocuparme de que los colaboradores tuvieran a tiempo los artículos y las ilustraciones, hasta la corrección de las pruebas de texto, toda una décima odisea. Esta revista nace desde el mismo lugar que estos artículos, desde El Garitón, porque soy vecina de Alhaurín de la Torre, amo, respeto y defiendo a este pueblo tanto como pueda hacerlo un vecino natural, y porque desde Calle del Agua, como asociación, aportamos, en la medida de nuestras fuerzas, nuestro granito de oro a su amplia oferta cultural.

Hoy hace un mes y medio que recibí un correo de donde extraigo estas palabras que cito a continuación: “busqué en internet sobre X y vi su currículum más completo y lo copié (te prometo que no sabía si era tuyo o de quién) y lo reproduje, creo que agregando algo más. Así que si con ello te he molestado no era mi intención y te pido disculpas.”

Bueno, este hombre, al menos, pide disculpas pero ¿saben para qué sirve esta disculpa? Protocolariamente, para justificar su actitud, pero, realista y efectivamente, para nada. Para nada porque, aunque se aceptaran, las disculpas no dan arreglo a lo hecho. Lo que se queda escrito es lo que vale, al menos para los que amamos la palabra y los libros. Porque el día de mañana nadie va a imaginar, si no está firmado, si es que un día un lector cualquiera encuentra y abre el libro, quién y qué sentimientos llevaron a escribir esas palabras, sea de un currículo X –son muchos los currículos utilizados textualmente en presentaciones y grandes eventos y festivales con personas muy “apreciadas” y bien pagadas en el mundo del flamenco y la literatura-; sea de unos versos o de un texto en prosa cualquiera.

Otro caso reciente se puede corroborar en el libretillo del disco de Cancanilla de Marbella, cuyo autor de los textos, Ramón Soler, ha omitido decir de quién es la más hermosa seguiriya que canta Sebastián, aquella que escribí en momentos de gran dolor referidas a la muerte de mi padre, únicas y hondas como las entrañas de la tierra y que dice así:
Ha pasao un año
que no está mi pare
y no se acostumbra el corazoncito
a falta tan grande.

O en el libreto de una empresa dedicada a mostrar al turismo los aires flamencos con visitas guiadas y show incluido, donde han omitido hablar de la autoría de algunos textos, según otras “disculpas” que puedo constatar por escrito en mi correo electrónico y en conversación telefónica.

Esta tierra existe desde el Génesis. Cuando Dios creó la luz nació Málaga. La Mar y el Parque fueron después…etc. Y este juguetillo por alegrías o seguidilla simple, grabado y aireado por Gitanillo de Vélez y muchos cantaores más que dice: El Puerto se ilumina con su Farola y yo me enciendo, niño, con tu persona.
Otro caso recién descubierto en la red y que se puede constatar, es el de un texto copiado textualmente que está escrito en tiempos en los que aún no manejaba el teclado ni los medios de la red, hace ya muchos años, y usaba las diéresis como comillas… ¡vaya escritora más antigua! porque lo mío era el papel por entonces –aún hoy me sigue gustando para según qué trabajos-. Pues sí, señores, lo he visto copiado en un periódico de nuestro pueblo y la señora “lumbreras” no le ha quitado ni las diéresis al texto…y encima vive aquí y escribe con unos aires de perfección que no me veas. Pues eso, un tema sobre los verdiales cuelga en la red con mis diéresis y mis palabras y con otra firma… ¡pa hacerse el haraquiri, vaya, de la risa!


Pues miren ustedes, no quiero que éstas queden como “cuneras” ni sean textos “expósitos”, no señor. Eso era en otros tiempos, bellísimos por románticos, donde lo popular perdía nombre y apellidos. Pero hoy no me da la gana a mí de que textos nacidos desde lo más profundo de mis sentimientos queden formando parte de unas impresiones que sirven a otros y menos aún cuando se usan con fines lucrativos. Que me hubieran pedido permiso y que hubieran respetado, simplemente poniendo debajo el nombre de la persona que ha sentido al escribir y ha descrito el sentimiento con sus propias palabras. En estos casos, Mariví Verdú. Desdecirse cuesta cuando se ha imprimido un texto, pero la espina se queda oculta en un quiste, pequeñito y porculero, para siempre. Además, todo el que toma palabras, mías o de cualquiera, de la red, de los libros o de donde sea, tiene la obligación de decir de donde proceden y, si no es así, atenerse a las consecuencias legales...Es que es mucha la gente que se ha creído que Internet es anónimo... ¡cuánta buena palabra rueda por ahí sin derecho de autor, cuánta!


Esto que digo yo lo pensamos todos los que nos gusta la palabra escrita. Todos. Mi trabajo no se admite en los ámbitos elitistas de la “literatura culta” porque me he dedicado a la “literatura popular” y si los populares tampoco me respetan ¿adónde mi palabra? Ya que mi empeño en el flamenco ha sido y será defender el texto como una vertiente a añadir a las ya consabidas del cante, el toque y el baile ¿porqué somos tan malos, señores? ¡Qué trabajo le cuesta al mundo ser justo! Ay, madre, ¡qué trabajito cuesta!

Desde esta pequeña habitación donde trabajo, parte de un Garitón que cobijaba a mis padres, desde una tierra que guarda las cenizas de mis muertos, con un cerezo en flor, un jazmín reventón y con claveles, fresias y violetas a porfía, Mariví Verdú.

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