domingo, 16 de octubre de 2022

CUATRO DÍAS CON GILDA, por Mariví Verdú

Hoy hace una semana que la vi por vez primera. Estaba entre el viejo cuartillo de los perros que hiciera mi padre hace ya cuarenta años y la linde de los vecinos que le tocaron en suerte y heredé sin otro remedio.  Hablar de ellos sería darles la importancia que no tienen en esta historia. O tal vez el lavado de manos que se hicieron ante la gatita aún por destetar fuera la H inicial de una historia que duró cuatro días compartidos con un final feliz. No cuento lo que pasó desde que oí su maullar de socorro hasta que esa misma noche durmió bajo techo, saciado su estómago y segura bajo mi protección. Debió ser un día largo para ella. Y duro.

Estaba entre los sacos de agujas de pino que saqué del patio de atrás. Dorada, Orange Tabby, mi amiga María Victoria la bautizó como Gilda por la similitud del color de pelo de la inigualable Rita Hayworth. Y así la hemos llamado tres días para hablar de la conquista por su parte de nuestros corazones: mi familia, en particular mi nieto, mis amigos, gente desconocida que leyeron en Fcebook el anuncio de su existenia y de mi voluntad en ponerla en adopción con la condición de estar como una reina en el futuro hogar.

Han sido unos días de inquietud por su futuro, días de biberones en un envase de anises, de celos de mi Missi que pasó a ser la viejita de la casa donde le era imposible competir con el peluche animado y vivo que había llegado de sopetón. La miraba con recelillo pero sin sacar ese instinto que suele sacar cuando llega a mi porche algún gato extraviado y ve en peligro su tranquilidad... Tiene ya quince años, es más vieja que yo en comparación a la edad de los gatos y los humanos. Ambas hemos sufrido mucho y nos merecemos este sosiego que nos brinda El Garitón, esta dulce atalaya de mis padres que pasó a mis manos como el legado de toda una vida de trabajo de las dos generaciones.

Tenia previsto que fuera Missi mi último animal de compañía. Mi edad ya no es compatiblee con la rsponsabilidad de un nuevo animal. Igual que se heredan los patrimonios y las deudas, deberían ser heredables nuestros animales pero no seré yo quien delegue esta responsabilidad a nadie. Por eso hay que ser consecuente con lo que hacemos y a veces cuesta decidir lo que ante Gilda me vi obligada a hacer: darla en adopción. Para ello puse una foto en Internet, la primera que le hice ya que estaba decidida desde el primer momento a buscarle un hogar. Y recibí respuesta a los dos días.


Mientras llegaba el día de separarnos, tengo un montón de momentos compartidos con ella, divertimentos con las lanillas de mi croché, con el disfraz de Emma, con todo lo que se movía y era susceptible de su atención. Con sus alfilerillos o uñas nuevas me dejó cariñosas marcas. Sus almohadillas, de un intenso color rosa, daban la sensación de ser de seda acolchada; su hociquillo precioso, sus ojos de un transparente gris azulado y sus dibujos atigrados en el color de la naranja a la canela, me parecían tan bonitos...tentda estuve de dejarla conmigo y con Missi, las tres ante el porvenir.

Pero, a una hora que solo podía ver a causa de mi insomnio, llegó un mensaje de Marina. Quería a Gilda para ella y para su pareja, Sacha, que había estada con su gata hasta el final, una uerte que ocurrió couando tenía diecisiete años, y se la quería regalar para alejar la tristeza por su pérdida. Me gustó el aspecto de ambos y la forma en que entablamos contacto. El día trece de octubre quedamos en la puerta de La Cónsula y se la di mientras se le subía por el cuello y se metía por el pelo de Marina y ella sonreía con tan gratas caricias. La colocó en su flamante transportín. Me despedí de las dos deseándoles suerte a ambas y las vi cruzar el semáforo hasta el Camino del Pilar. Marina alzó su gatera dos veces para cerciorarse de que iba bien. Yo me subí a mi coche y sentí el vacío de Gilda a pesar de la satisfacción de haberle proporcionado un buen hogar.

Al otro día, Marina la llevó al veterinario para ponerla al día de todo y cuál no sería nuestra sorpresa cuando le dijo que era un gato...un precioso gato sano que no sé ya qué nombre tendrá en el futuro. Tal vez podría llamarse Rito... O Gildo...
Lo único que sé es que ya tiene nombre y apellido, se llama Gato Feliz.


Desde El Garitón donde ocurren cosas maravillosas, Mariví Verdú

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