jueves, 11 de enero de 2024

LAS ÚLTIMAS ROSAS SON LAS PRIMERAS, por Mariví Verdú

Debo vivir en el reino de los cielos, por aquello de que “los últimos serán los primeros”. Pues sí, no sé cómo catalogar mis rosas, si las últimas o las primeras. Acabo de podar los rosales y éstas de la foto han sido las primeras rosas del año, las últimas rosas del invierno. Lo dicho: vivo en el reino celeste a pesar de mi tristeza.

Tengo las manos abiertas del esfuerzo, cuesta usar las tijeras de podar. Anoche estuve hasta que la oscuridad me permitió realizar la poda de las viñas que mi padre y mi tío Federico sembraron a finales de los setenta. Son ya muy viejas mis cepas. Quiero coger este año algunas varetas sanas y sembrarlas porque pronto se harán madera las viejas madres y ya no correrá savia por sus venas. La uva moscatel más buena que comerse pueda a finales de verano, la más dulce y sin tratamiento alguno es la que dan esos pies de casi cincuenta años de edad y que solo lo han tocado aquellas manos queridas y las mías. Bueno, a decir verdad, los dos que sirven de enterramiento a las cenizas de mi padre me los podó una vez mi querido amigo Antonio Arjona, escultor y poeta, a quien tan poca justicia se le ha hecho. Alhaurín de la Torre le cobró impuestos durante más de media vida y no ha sido ni para devolverle su ilustre vecindad con un reconocimiento a su obra. Ingrato mundo. Antes de su muerte escribí una carta a la Concejalía de Cultura haciéndola partícipe de su extenso currículo y no recibí ni una llamada de consuelo. Ya nada sirve de nada porque está muerto y nadie lo resucitará, ni siquiera poniendo una de sus magníficas obras en las innumerables rotondas del pueblo, algunas tan horribles artísticamente hablando, quedaríamos en paz con él.

Hoy daré comienzo a una nueva actividad, iniciaré un curso en La Térmica dirigido por Pedro J. Plaza González (Alhaurín el Grande 1996), un aula de retórica y comunicación: El Arte de la Palabra. Voy muy animada después de dejar atrás esta afección que me ha paralizado el otoño y casi un tercio del invierno y me ha sumido en una afonía terrible y en un miedo insufrible a los contagios.  Mi nuevo profesor es Graduado en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga, doble Máster en Profesorado y Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico Español e investigador FPU de esa misma Universidad. Publicó, junto a Giovanni Caprara, su traducción de los Cantos suspendidos entre la tierra y el cielo (Editorial Independiente, 2017), de Silvestro Neri; y, junto a Ángelo Néstore, la traducción de Dolore minimo (Letraversal, 2021), de Giovanna Cristina Vivinetto. Ha sido premiado en diversos concursos literarios, recibiendo un accésit en el V Premio Cero Internacional de Poesía Joven Bodegas El Pimpi o el III Premio Alborán de Microrrelato.
Corrió a su cargo la edición de Cancionero del amor fruitivo (Cancioneros Castellanos, 2018), de José Lara Garrido; se ha encargado de la antología Desde el Sur te lo digo, de Antonio Gala (Rafael Inglada Ediciones, 2019), y de la edición de En sí perdura: Tradición y modernidad en la obra de Rafael Ballesteros (Renacimiento, 2022). En 2021, ganó el Premio Málaga de Investigación por su ensayo El poeta y el caleidoscopio: Lecturas múltiples en «El poema de Tobías desangelado», de Antonio Gala. Es director editorial de El Toro Celeste y editor de los Quaderni Mediterranei, junto a Silvestro Neri y Lorenzo Cittadini. Su tesis doctoral la realizó en torno a la obra poética de Gala, Tradición y modernidad en la poesía de Antonio Gala: Exégesis y relección desde su obra total. Imaginad como estoy: totalmente feliz.

Hace sol, el día nada tirnr de invernal ni es propio de enero. Ayer me cercioré si mis almendros tenían flores. Todo está tardío pero nada me hace perder la esperanza de las rosas de nieve del almendro.

Estoy entusiasmada con la publicación de mi libro de poemas “De Dios y de su falta”. Tengo la suerte de contar con suficientes apoyos y algunos de ellos, los privilegiados, con línea directa al de arriba. Ya solo falta pulir y dar lustre a la portada y cuidar de que el interior vaya en perfectas condiciones ante los ojos de todos vosotros.

Ser casi feliz es casi llegar a Ítaka. En el camino me lo estoy pasando tan bien que no me importa anclar en ningún sitio, solo en algún corazón.

Con luz y una fina tristeza casi alegre, Mariví Verdú

*Gracias a Benito Acosta y Evaristo Guerra por vuestras felicitaciones navideñas. Y a Víctor M. Heredia, personas con la vida me bendice.

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