lunes, 21 de septiembre de 2009

PARA TEODORA PINOS COÍN

Mi querida amiga Teo,
amiga de corazón,
hoy quiero darte las gracias
cantándote una canción.

Una canción que te cante
tus dones y tu belleza,
que vienen a ser lo mismo
por adentro y por afuera.

Tu cara, espejo sonriente,
el alma te transparenta
y tan claras son las dos
que son dos aguas gemelas.

Costurera primorosa,
buena esposa y compañera,
tan ejemplar como madre
y tan tierna como abuela.

Y además, la buena mano
que tienes pa las macetas
hacen milagros y crecen
flores de poquita tierra.

Yo te conocí hace años,
era invierno, y a tu puerta
habías encío la copa.
Ya estaba la noche cerca.

La tarde doraba al pueblo
con una luz tan serena
que tu voz sonó en el aire
como el temblor de una estrella.

Un pañuelo y un sombrero
llevabas a la cabeza,
una esportilla en la mano,
delantal, rebeca gruesa

-que las noches en Comares
de invierno son cosa seria
y hay que tomar las medidas;
buen abrigo y mucha leña.

Buenas tarde, yo te dije,
y tú respondiste: -Buenas.
¡Ay qué viento, viene helado.
arrímate a la candela!

Desde entonces ha llovido
por aquellas viejas piedras,
han doblado las campanas
y han repicado en las fiestas.

Pero mi amiga Teodora
no se hace ni chispa vieja,
cada día son sus ojos
más niños, igual que ella.

Porque mi amiga Teodora
es alegre, noble y buena,
es feliz por inocente
y sonríe a la tristeza.

Su boca es una canción,
y la mía es un poema
con un beso que te mando,
con mi amistad más sincera.

Con mi cariño y amistad, Mariví Verdú.
19 de Julio de 2009

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