viernes, 4 de septiembre de 2009

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE ENTRA EN TABLAS

A fuerza de darle palos
este mundo ya no sabe
lo que es bueno y lo que es malo.
(Popular, pero de Andrés Jiménez).

Hay un momento en la vida que bien podríamos definirlo como entrar en “tablas” o, lo que es lo mismo, decidir que ya no se lucha más porque es imposible hacerlo. Y esto pasa cuando la vida se convierte en algo invivible. Lo normal es que sea una partida mortal (o de supervivencia). Todos sabemos qué pasa en el juego de ajedrez cuando quedas en tablas, ya sean pactadas u obligadas, pero que no hay forma de cargarse al rey, único objetivo de este juego tan interesante y tan guerrero. Como la vida misma. Contra el adversario que tenemos más común, la muerte, es imposible luchar. Ésta te da jaque cuando menos te lo esperas. Contra la estrategia usada por los poderes públicos es una mierda jugar, estos hacen el juego menos digno porque son poco inteligentes y mucho más tramposos. Por eso me quedo encerrada en mis cosas y jugando con mis palabras, porque ir contra ellos es lo menos apetecible en estos momentos. Seguirles la corriente tampoco, porque entonces no soy nada. Así que… en tablas, hasta que me dé por meterle una patada al tablero. Es entonces cuando rezaré a Ciorán.

Anoche no dejé de dar vueltas a los recuerdos. Siempre que me dispongo a dormir de nuevo, en la cama, digo, después de la cabezada del sillón, es inevitable un aluvión de pensamientos, algunos tienen que ver con el día y con lo que éste me ha dado o me ha quitado. Anoche me dio por pensar en aquella escuela que tuve desde los cinco años a los diez. Era una casa sin paredes divisorias situada en los Portales de Germán, adonde convivíamos todos los cursos, hasta los mayores, alrededor de una maestra y de una copa o brasero. Ave María Purísima, al entrar.

Con cuatro años y a fuerza de oír lo que me leían mi padre, mi madre y mi hermana Magdalena, me sabía de memoria un libro completo, sin haber aprendido a leer aún, y pasaba las hojas en su debido momento, de tal manera que hacía creer a todos que leía de verdad. Como no había tele, entretenía a la familia y a las visitas, aceptando las invitaciones de mi madre para divertir al personal. El libro del que les hablo era de K-Hito, (1890-1984 escritor costumbrista, dibujante, crítico taurino), titulado Hasta luego. La edición era de 1950. Era muy divertido, la verdad. Este libro se perdería en alguna mudanza y me volví a encontrar con él en una tienda de segunda mano. Lo compré, como era natural, y se lo regalé a mi madre, dedicado.
Para mi madre, eternamente joven, en mi corazón. Un beso. Mariví, tu hija. 11-1-05

Desgraciadamente vuelvo a tenerlo yo. La muerte es así. Es el boomerang de la vida. Bueno, y digo yo ¿porqué anoche me tuvo sin dormir esto y qué tiene que ver con el refrán del principio? Pues creo que me fui a este tema para despistarme a mí misma y no dormirme blasfemando. ¡Qué sutilmente están lavándonos el cerebro los medios y sus directores, los poderosos, que no les va a quedar una parcela de poder que no dirijan a su antojo! En el flamenco son los nuevos señoritos. Y en las demás cosas también. Yo ya no sé si irme o quedarme, vaya a ser que si me quedo haga caso a otro refrán que dice: Pa tres días que me quedan en el convento, me cago dentro.

Ah, lo del colegio anoche sería causado por la última noticia, con la que me fui a la cama ayer, la que dieron en TVE2 dedicada a los superdotados y a la fuga de cerebros de España. Había una chica que decía que se sabía un libro de memoria cuando era muy pequeña y la tachaban de superdotada. Claro, en aquellos viejos tiempos en los que yo viví, si una hubiera tenido un ramalazo nada más de inteligencia, sólo hubiera valido para servir de entretenimiento a las visitas. Anoche flipé con los testimonios de algunos dotados. Antes que prestarles la atención debida en nuestro país, dejan que se vayan a otros países a estudiar, y todo por falta de atención, inversión o vergüenza. Ya me había llamado la atención años atrás un caso que volvieron a sacar a la luz anoche, el de dos investigadores sobre el cáncer que llegaron a unos logros impresionantes y que tuvieron que pagarse los seis últimos meses de su propio bolsillo o desistir en pleno avance de su investigación, y que, una vez conseguido el objetivo y viendo los grandes resultados obtenidos, fue un bochorno a nivel mundial para nuestra querida administración. De tal manera que tuvieron que reubicarlos aquí. O el caso de otro investigador que acogieron en Inglaterra y me dio verdadera pena, porque el hombre decía que le gustaría, siempre que es reconocido por sus méritos y dicen de él ser de Londres, que dijeran de Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla…

Hace diez meses, veintiséis días y quinientos dieciséis años que América descubrió a Colón.
Desde El Garitón, pensando en la madre que parió a Paneque, Mariví Verdú

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