martes, 26 de mayo de 2020

ADIÓS, PACO MONTORO. Tristemente, Maríví Verdú.

Esta mañana debería de estar contenta, los pájaros llevan cantando una hora gozando ésta extraña primavera sin ruidos, fresca, húmeda, descontaminada, fértil y florida. Debería de estar contenta porque el lunes entramos en la fase 1, esa que nos permitirá reunirnos con los nuestros y que, aunque nos comamos los besos y reprimamos los abrazos, nos permitirá volvernos a ver. Quiero disfrutar con mis propios ojos lo que ha crecido mi nieto en estos dos meses.  Y debería de estar contenta porque podré ver a familiares y amigos que no he visto desde marzo, debería, pero a mi amigo Paco Montoro no lo volveré a ver. Ayer se fue sin que nada lo pudiera evitar. Sola quedó Odile y,aunque no le faltará el calor de sus hijos y de sus hermanas, ya nada será igual para ella. Hacían una pareja preciosa, envidiablemente preciosa, y, afortunadamente, los dos son buenos amigos míos. Sin habernos podido reunir como me hubiese gustado, Paco se fue. Todo estaba listo aquí, en El Garitón, para echar un día de sol y de añoranzas, hablando  de un tiempo en el que teníamos ganas de flamenco y de risas, de comer y beber, de disfrutar de la poesía, del latín y de la historia, de la creación y la inventiva, de la vida en definitiva, la vida que tanto le gustaba. Se ha ido uno de los fundadores de la Peña Juan Breva, su primer Factotum, un flamenco exquisito, culto y adorable; se ha ido un creador. Y con su marcha he perdido a un buen amigo, a un queridísimo amigo. 

Hace tiempo, cuando comencé con mi web Flamenco en Málaga, indagué en la historia de la Peña Juan Breva y lo hice de su mano, de la afectuosa mano de Francisco Montoro. Él, que fue el autor de su logotipo y del singular mural de Juan Breva, dirigió mi trabajo y me comentó pormenores y logros afianzando nuestra amistad que ya superaba el cuarto de siglo. Paco fue también el creador de la reja que adorna el fondo de los escenarios y que la inmortaliza en vídeos y fotografías junto a los artistas que han ido pasando por la peña en sus doce lustros de vida. Paco ha sido el mejor cronista y caricaturista que ha tenido, ostentando el número 4 de la entidad. Como secretario, escribió los renglones de oro de sus libros de actas. Paco ha sido un auténtico honor para la Peña Juan Breva.

Su muerte acaeció cuando no se habían cumplido aún seis meses de la del maestro Chicano. Ellos hablaban por teléfono cada día y no solo una vez. Eugenio, su íntimo amigo, le tenía al tanto de las novedades culturales malagueñas y de las cosas de la peña, ya que Paco vivía en el extrarradio y Eugenio en pleno centro de Málaga, en el meollo de la ciudad. Eugenio le hacía partícipe de sus creaciones y Paco disfrutaba con ellas haciendo propios todos sus proyectos. Paco, afectado ya de su sistema respiratorio, no salía mucho de casa por lo que el mejor oxígeno le llegaba a través de la comunicación con su amigo, tan buen aficionado como él, el insigne pintor y creador de los más preciosos carteles conmemorativos de la Peña Juan Breva. Ambos han sido los autores de lo más lucido de su patrimonio.

Durante estos seis meses en los que la muerte cortó en seco aquellas largas charlas, Paco se fue sumergiendo en una depresión que lo llevó a meterse en cama negándose a salir de ella. A tan fatal decisión hay que añadir que los dos últimos, debido al confinamiento, han resultado un bache insalvable  para él. Para Paco y Odile, personas cariñosas, familiares y cercanas, la falta de la querida presencia de hijos y nietos -ya que han sido imposible las visitas- ha sido insuperable. Ellos lo han pasado solos, como tantos matrimonios mayores, como tantas personas que viven luchando con la soledad y el miedo.  El peligro de ser contagiados por este maldito virus que nos ronda también ha sido la causa de que no podamos despedirnos y de hacer posible el mejor de los antídotos conocido hasta la fecha en todas las pandemias humanas: el abrazo.

La última vez que hablamos por teléfono, Paco no me oía. Decía que no le llegaba mi voz. Y es muy posible. Es que no me salía del cuerpo, tenía la voz apagada.  Ahora, el hilo de voz que mantenía a los dos en contacto, se ha perdido definitivamente. Ahora, desde esa orilla del río donde habita, ya no podemos hablar con el lenguaje conocido. Y, aunque mi voz también se va a ratos con ellos, con todos los que quiero y  están al lado de allá, sigo aquí, cantando todavía, susurrando ad libitum lo hermosa que es la vida a pesar de usar tan alegremente su cara como su cruz. Canto lo afortunada que he sido por disfrutar de tanta gente hermosa a mi lado. Sí, Paco, aquí sigo diciéndote bien alto cuánto respeto y cariño te tengo y cuánto me hubiese gustado poder evitarte sufrimientos. Gracias por todo lo que de tí aprendí, por haber sido mi amigo, por el interés que te despertó cuanto hice, por abrirme las puertas de tu casa y por enseñarme siempre lo limpio y hondo que puede ser un corazón.


Desde El Garitón, en un día de desescalada, cuando he podido acabar lo que empecé en tu duelo, Mariví Verdú

Escrito entre el 15 y el 26 de mayo de 2020

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