
Recuerdo una Granada especialmente triste ese día de Noviembre. Entrar por sus puertas siempre es sobrecogedor porque esta ciudad está aduendada y es bella hasta el delirio. Sus patios cerrados, sus encalados cármenes llamando al silencio; sus cipreses, señalando las cumbres, cielo y nieve, y el eterno sonido del agua de sus fuentes…Todo desprende una poesía tan grata como triste, tan monótona como dulce, tan sutil que trasmina y se adentra finamente en el alma infundiendo la melancolía.
Corría una fría ventisca en la calle. Para ver al maestro Manuel Benítez Carrasco, habíamos llegado algunos amigos desde Málaga. Estaba muy enfermo. Llegué con su íntimo amigo Gabriel, mi tío, y nos movíamos por los pasillos del Hospital de la Inmaculada con los ojos como rastro, buscando al poeta. Yo me resistía a verlo doblegado, impotente, a él, tan altivo y hermoso, al poeta que poseía la arrogancia justa y el porte más cuidado.

Pasaba de largo cuando oí su voz. Podría decir de ella tantas cosas…Es una pena que sobre el papel no puedan dejarse los estímulos y las cadencias de aquella agradable entonación cuando, más que recitar, cantaba o reía, lloraba o penaba, rezaba o sufría, así era Manolo, en conversación como recitando sus versos.
Hoy hace diez años de aquello pero quiero hablaros de este poeta granadino porque se mantenga viva la luz de su recuerdo y quisiera hacerlo desde mi alma, dedicándole mi apasionado fervor a su obra con el mismo amor y consideración que a su persona.
Manuel Benítez Carrasco adoraba Málaga, me consta por la amistad que nos unía, y tenía establecido uno de sus cuarteles generales en nuestra tierra, a caballo entre su Granada y a tiro de avión de México, su otro hogar.
Manuel Benítez Carrasco, se presentaba así:
Soy español, andaluz,
granaino, albaycinero;
mi identidad la hizo Dios;
la confirmó un carpintero
y la rubricó mi madre
¡carita de pan casero!
Quién no recuerda poemas como El perro cojo, o Mi barca, que comienza y acaba con estos versos:
La barca, la barca, así…
sólo con decir la barca
huele a marisma la boca
y sabe a sal la palabra.
O aquellos versos donde reclamaba a su madre de la muerte en una petición de su carta a los Reyes Magos:
Placeta del Salvador,
tres acacias en el aire
y mi madre en el balcón.

En su casa natal hay una placa con estos versos y se plantaron tres acacias. Pero nadie se asoma al balcón, la vida es así, la muerte es así. Pero sus canciones viven en el aire.
La producción literaria de Manuel Benítez Carrasco está impregnada de pasión, religiosidad y flamencura. En este fandango, extraído del poema Fiesta en la Gloria -que decía Lola Flores con su arte inimitable- dedicado al guitarrista Ramón Montoya dice:
Con el permiso de Dios,
y como premio a esas manos,
escrito queda en la historia:
desde hoy tendrán los gitanos
entrada libre en la gloria.
Toda su obra está repleta de lirismo y musicalidad. Sus poemas han sido cantados por los más reconocidos artistas, por citar algunos, Rocío Jurado, Lola Flores, Gabriela Ortega, inolvidable con “Uno, dos y tres, tres banderilleros en el redondel(…); Bambino, Jairo, o el singular Enrique Montoya, verdaderamente apasionado con sus letras.
Entresaco esta tanda de soleares, joyas de la literatura y del flamenco, de poemas como El Puente, Soleá del amor desprendío, Soleá del amor indiferente…
Qué mansa pena me da!
El puente siempre se queda
y el agua siempre se va.
Mira si soy desprendío
que ayer, al pasar el puente
tiré tu cariño al río.
Quítame el beso de anoche,déjame solo en mi calle
y olvídate de mi nombre.
Todo es cuestión de hidalguía:
tú me lo negaste todo,
yo te di cuanto tenía.
A la plaza del querer,
si tú quisieras, serrana,
aún hay tiempo de volver.
De este poeta y amigo podría hablarles muchas horas. Le disfruté desde niña ya que mi tío Gabriel, emigrante acarreado por Joaquín González Medina –que, al irse, nos dejó la casa donde viví mi niñez- era compadre e íntimo de Manolo. Gabriel quiso llevarse al resto de la familia, mis tíos María y Federico se fueron y mis padres estuvieron en un tris de irse y llevarnos a mi hermana y a mí. En mis viejos portales oía sus poemas hasta saberlos de memoria A Manuel Benítez Carrasco, desde muy chica, lo llevé en mi corazón.
Pasé un mal día cuando me despedí. Sabía que no volvería a verle. Posiblemente mi corazón empezó a irse aquella tarde. Manuel Benítez Carrasco había nacido en Granada el 1 de Diciembre de 1922 y allí murió el 26 de Noviembre de 1999.
*He vuelto varias veces a Granada. He buscado su rastro por el Albaicín, por el Mirador, por la placeta del Salvador, por las fuentes y hasta por su tumba, donde reza este epitafio:
Aunque muriera de sed
si me llamaba un amigo
dejaba el agua correr.
Yo también lo dejo todo por ti, querido amigo. O mejor dicho, todo lo que hago, puede ser que lo haga por ti, padrino de mi poesía, amigo del alma. Te recuerdo.
Desde El Garitón, donde ni nieva ni llueve pero vienen los pajarillos a beber, Mariví Verdú.
El próximo viernes, día 27 de Noviembre de 2009, a las 20 horas,
Recordando a Manuel Benítez Carrasco habrá un recital de sus poemas y la presentación de un documental fotográfico que he titulado
Diez años sin ti. Organizado por ARE y Calle del Agua, con la colaboración del Ayuntamiento del Rincón de la Victoria y el portal
www.flamencoenmalaga.es .
Tendrá lugar en la Cueva del Tesoro, Urbanización Cantal Alto s/n, en el Rincón de la Victoria.