jueves, 30 de marzo de 2023

VARIACIONES SOBRE EL AMANECER. TODO ES MEMORIA, por Mariví Verdú

Adaptarse en la única manera que hay de sobrevivir, adaptarse al lugar, a sus normas, a sus costumbres, a sus cambios; adaptarse a una misma: a las arrugas, a la lentitud de movimientos, a los ojos -que siguen siendo niños entre ojeras, párpados caídos y cristalino lleno de moscas- y su nueva y opaca mirada, ausente para los demás, escudriñadora como siempre y visionaria por los años. Adaptarse o morir, he aquí la puta disyuntiva que contiene el quid de la vida.

Mañana estaría de nuevo en mi casa, se acababan las vacaciones y había que pensar en hacer la maleta y hacerse el cuerpo para la vuelta, el viaje bus, avión y recogida de equipaje en el aeropuerto de Málaga. De momento me quedaba un día completo en Ibiza y media mañana. Había que aprovecharlo. Tomé el autobús de las diez y diez hacia Santa Eulalia. Coincidí con mi compañera de habitación pero cada una iba a cosas diferentes. Coincidimos en la oficina de Turismo y vimos juntas la exposición de Laureano Barrau i Buñol (Barcelona1863- Santa Eulària1957). Este pintor modernista bautizaría a Ibiza como “la isla de nácar”, se enamoraría de ella desde 1912 estableciéndose más tarde y donde vivió hasta su muerte. El Museo Nacional del Prado alberga su obra Escardadoras,  un bellísimo lienzo de de 160 x 190 cms. que retrata  en primer plano a dos mujeres trabajando la tierra, una con pañuelo blanco y ambas con hazada en mano.   Yo pude disfrutar un buen rato de su obra expuesta, retratos y paisajes, así como del edificio que la alberga, una construcción de 1928, antigua sede del Sindicato Agrícola de Santa Eulária y hoy también punto de turismo, situada en pleno centro de la ciudad.

Hacía una mañana de calor que tuve que entrar a una tienda y comprarme un par de camisetas frescas. En el mismo probador me cambié. De haber llevado ropa de baño, me hubiera metido en ese mar que me lo pedía a gritos desde que llegué y que hoy se ofrecía como cualquier día de verano. Compré también varios souvenirs para contadas personas, un pincel de acuarelas del número 12 y un par de sobrasadas en una carnicería que me recomendó la señora de Cuenca que hacía las habitaciones de la tercera planta. Una mujer muy agradable con la que crucé siempre palabras de agradecimiento. Me las envasaron al vacío y me aseguré de la calidad...me la dieron a probar, lástima que no tenía a mano un trozo de pan de El Cuchara y una cerveza Victoria.


Por la tarde no salí de la habitación más que para cenar. Me la pasé pintando con mis acuarelas, estrenando el nuevo pincel, recordando emociones vividas, viendo fotos que pronto pasarían a ser historia de un viaje. La vida es así de fugaz, hoy es emoción, mañana recuerdo, hoy es vivencia, mañana... una estela perdida en el tiempo. Tal vez eso explique mi devoción por anotarlo todo, por dibujarlo todo, por darle mérito a los momentos acontecidos, por poner en valor mi propia vida. Hay quien todo se lo guarda para sí, quien disfruta en soledad y vive una masturbación constante donde nadie puede ver su cara de felicidad. Yo voy en el sentido opuesto, en el de hacerle llegar al mundo mi pequeña visión del mismo, mi parcela ínfima del placer que me supone estar viva. Tal vez a alguien le plazca compartirlo conmigo, tal vez algunos solo encuentren en mis relatos cosas sin importancia, vaguedades, tonterías de chavo y cuarto pero para muchos otros sé que les importa, que viajan conmigo, sienten conmigo y comparten mis experiencias como suyas. A todos ellos les agradezco su compañía.

Estuve escribiendo varias cosas esa noche, la penúltima en la isla a la que regresaba después de cincuenta años de haberla descubierto. Casi me echo a llorar. No me gustan las despedidas así que hice como si estuviera en mi casa, me acosté y me puse un rato la televisión no sin antes ahondar en Barrau y visionar la cantidad de fotos que hice  de sus cuadros con el consentimiento del funcionario que cuidaba la sala. Muy interesante lo que dicen de él en El Prado: Pintor español de historia que también cultivó la pintura de género. Comenzó su formación en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba. En 1884 obtuvo por oposición la Pensión Fortuny, concedida por el Ayuntamiento de Barcelona para ampliar sus estudios en París, donde fue discípulo de Jean-Léon Gérôme. Concurrió asiduamente a exposiciones nacionales e internacionales; en las Nacionales de Bellas Artes de 1892 y 1904 fue premiado con tercera y segunda medalla por los lienzos Escardadoras y Taponeras del Ampurdán; y en las Universales de Barcelona y Bruselas de 1888 obtuvo sendas segundas medallas. En 1929 fue nombrado Societaire de los Salones de París. Su obra se caracteriza por una evolución desde las severas propuestas de herencia neoclásica hacia una concepción marcada por la luminosidad y las transparencias. Sus lienzos se hallan repartidos por museos de Madrid, Barcelona y Buenos Aires (Balbás Ibáñez, Mª S., Enciclopedia, 2006, tomo II, p. 450).

Ponían en la 2  "El color púrpura". Hacía mucho que leí el libro, me lo regaló mi amiga María Victoria Ramírez Vivas. Recordé la dedicatoria. No sé nada de ella, pensé, el tiempo y la vida nos va distanciando y al final todo es memoria... Disfruté de la película aunque la conocía enteramente. Recordé el libro, un libro hecho de cartas, unas cartas que conformaban una vida tan interesante como singular... Y reflexioné antes de irme a dormir. Y me di cuenta de que hay gente que se nos va quedando atrás, que nos adelantan o que se quedan en el camino. Mi vida ha conocido a mucha gente, a algunas las guardo en mi corazón aunque les haya dicho adiós por algún motivo, o ni siquiera eso, se acaba el tiempo de ir juntos y ya está; a otra gente la dejo volar con el viento y en los días de terral me escuecen en los ojos pero no lloro. Desde la muerte de mi hijo solo lloro cristal. Porque todo se ha relativizado. Nada me afecta más que el vacío que han dejado los que eran míos. No hay nadie que pueda taponar mis heridas ni borrar mis cicatrices. Ni nadie importa tanto como para perder la razón, solo la sangre, mi sangre. Así creo que será el propio dolor para cada ser humano. Dejo de ir mi pensamiento triste hacia la nostalgia. Echo de menos la compañía de mi pequeña gran familia. Me habría gustado tanto haber compartido con ellos aquel mar transparente de Cala Nova, de la isla entera...

Desde El Garitón, con un azul noche a mi derecha que me dice que el sol viene de camino, Mariví Verdú

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