miércoles, 29 de marzo de 2023

VARIACIONES SOBRE EL AMANECER. RECOGIENDO SERPENTINAS DE POSIDONIA, por Mariví Verdú

El domingo, día 12 de marzo, me voy a ver amanecer desde Puig de Missa. Voy a despedirme con un hasta pronto porque volveré pronto. Ahora, en un par de horas, entrego el coche. Antes pasaré por Cala Nova, por donde empecé mi ruta el pasado jueves. Amanecer en la corona de Santa Eulalia del Río es un espectáculo de luz a 360 grados. Rodeada por ella, envuelta en ella, veo resplandecer mi entorno, siento mi corazón como tomado por el sol, atrapado en él. Corre una brisa fresca y respiro para llevarme el máximo de aire en los pulmones. La luz pinta verdaderas maravillas en aquel espacio cúbico, encalado, abierto al cielo. Verdaderamente esta isla te atrapa sin dejar lugar a oposición alguna.

Volví a Es Canar y me fui con dirección a Cala Nova. La dejé para el final, como si se tratara de un postre maravilloso. Me juré regresar, y eso que iba  despedirme... No podía estar más hermosa la playa ni más transparente el agua... Cogí cintas de la posidonia, serpentinas color sepia, y frutos, semejantes a los erizos de las castañas pero más suaves al tacto y me los metí en el bolsillo, igual que hice con el paisaje y la brisa: los metí en mi corazón.

Devolví el coche con pocas ganas pero este era  el tiempo contratado y acababa de vencer. Mi estancia en Ibiza duraría hasta el martes por la mañana así que me tenía que conformar con los medios a mano. Esa mañana había una maratón y habían cortado la línea de autobús... Decidí que me iría al mercadillo de San Carlos. Pregunté a varias personas si querían compartir un taxi conmigo. Hay solo tres kilómetros desde el hotel al pueblo, podía haberme ido caminando, pero pasé una hora esperando el bus, bueno, yo y más de treinta personas a las que nadie se le había ocurrido informar de que se había suspendido el servicio. Hay que ir a Santa Eulalia para volver atrás a San Carlos... Este medio de transporte ha quedado muy anticuado y no responde a las necesidades de los usuarios. A pesar del trayecto tan corto que hay desde es Canar a San Carlos, los taxistas cobran más de nueve euros por él. Y al fin, una pareja, Florinda Asenjo y Roberto Martín, de Toledo, se ofrecieron a compartir y allá fuimos los tres, al mercadillo de Las Dalias. Nos tocó el taxista más capullo de Ibiza, el más resentido y grosero que había en la plantilla. Me dieron ganas de retorcerle el pescuezo viendo cómo nos habló y con qué desprecio a tres mayores que íbamos a regalarle diez euros... Podía estar contento de que exista el IMSERSO, de lo contrario se comería las patas como los pulpos. Menuda mala experiencia, menos mal que el viaje dura pocos minutos. Tuvimos una conversación para enmarcarla. No quería contar nada negativo pero esto, si no lo cuento, reviento. Hay que ser desagradecido y mala persona. Le sentencié que llegará a viejo si no se muere antes y que esto es un búmeran, que se vaya preparando.

El mercadillo estaba bien, unos puestos mejores que otros, pero eché el rato, compré algunas cosillas, para mi nieto y mi sobrina nieta y para mi nuera y mi hijo. Tonterías. Y me fui a un bar para hacer tiempo, buscando refresco y sombra. Mis compañeros de viaje y yo habíamos quedado a la una y media. Hacía muchísimo calor y escogí el mejor lugar para escribir. El regreso al hotel fue más agradable, el taxista fue prudente y nosotros silenciosos. Tomamos unas tapas en un barecito y nos fuimos a comer. En la conversación me enteré de que eran abuelos de cinco nietas. Nos enseñamos fotos de nuestras familias. Cinco niñas preciosas. Y ellos habían nacido donde mi hijo trabaja, en el mismo pueblo. Coincidencias tan entrañables que nos hizo estar juntos toda la tarde. Florinda se había comprado unos pendientes y había olvidado el suyo en el puesto. Volvimos a Las Dalias y allí estaba, esperándonos, lo que quiere decir que hay todavía muchos seres humanos que merecen la pena, lo que quitó hierro al rato del taxi y pensamos que el pobre sería un resentido y habría pasado mala noche...

Desde que llegué a mi habitación me dediqué a dibujar: Puig de Missa, la barca varada, el amanecer en Es Canar... Ví apagarse el sol con el pincelillo en la mano. Decidí comprarme uno más grande al día siguiente en Santa Eulalia. Además, tenía que dejarle a Iván mi novela en la cafetería Royalti. Iba destinada a la biblioteca de Ibiza pero en sus manos estará mucho mejor. Y, con todo eso en la cabeza, me acosté.

Voy acabando ya mi relato de Ibiza y me pregunto a quién podrá importarle lo que he vivido, lo que pienso o siento... Quizás solo esté escribiendo por miedo al Alzheimer o por una simple rutina o inclinación visceral -yo diría que hasta involuntaria- de hacer palabra todo lo que toco, todo lo que observo, todo lo que vivo. Pero la verdad es que las visitas a mi blog han pasado de cincuenta mil y la gente no lee por nada, si lee es, al menos, porque es legible y posiblemente hasta interesante... digo yo. La cosa es que lo verdaderamente importante es disfrutar con lo que se hace y yo disfruto viendo amanecer a mi derecha con un ordenador enfrente y el corazón en la mano.

Desde El Garitón, bañada en luz malva, Mariví Verdú

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