martes, 17 de marzo de 2020

AMOR AL SILENCIO, por Mariví Verdú

Mi amor al silencio, padre de los pensamientos y creador de la música, lo escogió como pareja de vida, como medio de creación, como compañero de lágrimas y fatigas. Y tengo más que asumido que el silencio  será obligatoria y decididamente mi pareja para la eternidad. Llevo dos días con un silencio en voz alta que impide mi aliento. Siento el pulso de la vida dando latidos a gritos mientras veo la verdad del hombre quitándose los ropajes  que lo adornan, los abalorios que nos confunden, los maquillajes que disimulan. Así, tan cruda y descarnada se nos presenta la vida.

Anoche me costó dormir. No me acosté hasta que pude cerciorarme de que todo estaba en orden entre los míos. Me tomé una tila. Estuve haciendo zapping por ver si había algo incitador al sueño pero solo había bolas de mazas de guerra medievales en todas las pantallas y gente hablando de ellas. Y yo, con una sensación tristemente bocacciana, quité la televisión y me metí bajo las sábanas de franela que me regaló mi madre y son las mejores de mi vida, irrompibles, calientes, amorosas... 

Esta mañana tenía el cuerpo cortado. He acudido a mi bata y a unos calcetines gordos que me regaló mi amiga Mari Carmen, me he preparado una infusión de jengibre muy calentita y he encendido el ordenador.  Ayer me llamó ésta amiga, es de riesgo, como yo, y me contó cómo está pasando su cuarentena en la ciudad. Vive cerca de la estación María Zambrano y me puso al día sobre la desinfección que estaban llevando a cabo las fuerzas de la UME, ya que podía observarlo todo desde su casa, y sobre la desesperación que comparte con su marido, ambos habituados a salir cada día y a frecuentar la Málaga cultural: exposiciones, conferencias, presentaciones... Nadie está contento. Unos por que solo tienen terraza y una vecina con quien hablar en el pasillo y otros, como yo, porque no tienen a nadie con quien compartir un jardín y una palabra. Tal vez por eso me he sentado hoy a las cinco y media ante la hoja inmaculada del pages.

Mientras hablaba con mi amiga que, dicho sea de paso, sigue derrochando buen humor, se me vino a la cabeza aquella canción que se hizo famosa hace muchos años: El que tiene un peso/ quiere tener dos,/ el que tiene cinco/quiere tener diez,/el que tiene veinte/ busca los cuarenta/ y el de los cincuenta/ quiere tener cien. Nadie está conforme con su lotería. Por mi parte, hace tantos años que dejé la vida social que ya ni me acuerdo. No sé de dónde sacaba ese entusiasmo y vitalidad que tantos envidiaban. Lo han engullido los años y las penas. Hoy, cuando voy a un museo, es una odisea, ni siquiera es una fiesta, es un atrevimiento, una osadía, un quebrantamiento de hábitos. Cuando asisto a una presentación, exposición o conferencia, puedo decir con seguridad que es una clara deferencia al autor.

Hay muchas personas que no entienden que escriba para colgar en mis blogs sin más, que gaste mi tiempo y mi energía si no cobro un puto duro por ello, pero no solo lo hago porque lo necesito, me gusta y me da la gana sino porque tengo muchas personas a las que puedo hablar desde mi pequeña tribuna, a quienes puedo entretener o dar que pensar. Leer y escribir fue la meta de la mayoría de los españoles hace un siglo. Yo soy de aquel siglo XX y sigue siendo básico en mi vida. Lectura y escritura, el binomio de la sabiduría. Hoy tenemos estas plataformas tan importantes y que llegan a tantísimas criaturas, no utilizarlas para ello sería un desperdicio.

Hoy he leído en La Vanguardia una entrevista muy interesante de Xavi Ayén a Nuccio Ordine, filosofo italiano confinado en Calabria, y os transcribo solo una respuesta porque me ha dado tanta pena que he estado tentada en no compartir mis palabras de hoy.

“Las redes sociales no aumentan las relaciones humanas, las banalizan. Muchos estudiantes creen que la amistad es un click. Un perfil en facebook te da 1.500 amigos, eso banaliza el término amistad. Si se privilegia la relación humana virtual ante la directa se crea una nueva y terrible forma de soledad, la gente que pasa las horas en su casa, solos, creyendo que tienen muchas relaciones. No tienen nada." 

Me ha dado una pena tremenda porque sé que lleva mucha razón pero no quiero dársela. Me niego a dársela por completo. Quiero pensar que tengo amigos. Para vosotros va.

Desde El Garitón,
con las calas abiertas
como mi corazón,
Mariví Verdú

Foto de las calas: M. Verdú
Foto de los pensamientos: Pepe Valdés

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...