domingo, 15 de marzo de 2020

...DE NUESTRA VIDA. AMÉN, por Mariví Verdú

Buenos días. Son las seis de la mañana y estoy sentada ante el ordenador con un tazón de manzanilla con limón y miel de brezo a mi izquierda y un pañuelo de papel a mi derecha por si me da por llorar aunque tengo los ojos secos. Y lo sé mejor que nadie pero no llego a creérmelo. A ver si soy capaz de encarrujar algo esta mañana gris. Durante el día de ayer ni siquiera me di un pequeño paseillo por la parte de fuera de la casa. Hablé con dos amigas por teléfono, con mi hijo y con los papás de Emma por wasap, y contesté los comentarios de facebook, tan cariñosos y tan humanos todos. Y ví en TV a los dos presidentes que me corresponden y acabaron de rematarme con la puntilla del miedo. Dejé perder la tarde. Ni siquiera me coloqué mis prótesis dentales...total ¿para qué? Apática total, por la mañana me había recogido  el pelo de un puñado y así lo mantuve durante todo el día. Ni pendientes, ni espejo, ni ganas de toser para no asustarme más de la cuenta. Total, que tengo la cabeza hecha un lío, las orejas cansadas de noticias y de televisión -imagino que como todos vosotros- y la garganta áspera como si me hubiera comido a bocados un membrillo seco.

Como persona acostumbrada a la soledad y al silencio, he de decir que no es tan malo, todo lo contrario, es recomendable y sano, yo diría que hasta nutritivo para el alma, pero varía bastante cuando el aislamiento es impuesto y la voluntad anulada. Bien es cierto que en esta ocasión es por una causa tan justificada como anómala pero muy necesaria para el bien común. Y se asume, se toma con resignación, como hay que tomar cualquier situación que no dependa de nosotros mismos, como se lleva la muerte y sus causas, como la enfermedad, la suerte, las deficiencias, un accidente, un cargo de conciencia...

En esta sociedad demócrata, tan lengüetona y dada al yo, yo y si sobra para mí, ha caído como un rayo el que la aten corto y la gente se dispara a la calle con una irresponsabilidad digna del pueblo más ignorante. Menos ml que no pasa con la mayoría y tenemos más gente responsable que inconscientes -a algunos los llamaría malvados- y somos muchos los que hemos hecho caso a la autoridad competente y nos hemos autoconfinado en nuestras casas. Si por mí fuera, esta mañana me dedicaría a borrar capullos y adoquines de mi lista de amigos. Vaya forma de joder la marrana. Por el contrario, me he propuesto dedicarme a lo que más me gusta. Ya lo hago. Y después voy a pintar y a disfrutar de la clorofila y los colores. Pienso acabar de instalar el riego automático y despues comerme unas papas en adobillo con higaditos. Para ello voy a peinarme en condiciones y ponerme unos pendientes, tal vez me perfume y no descarto abrirme una cervecita a media mañana.

No quiero concluir este texto sin agradecer la incondicional compañía de Missi. Es una gata tuxedo, como las que fueron veneradas en Egipto. Dicen que William Shakespeare, Beethoven e Isaac Newton William Shakespeare, Beethoven e Isaac Newton tenían gatos de esta raza. Vive conmigo desde hace más de una década. Es tan buena y tan tranquila. A veces somos dos almas en pena y otras somos luces de colores. Cuando estoy enferma, enferma conmigo de melancolía. Cuando viene buena racha se siente tan feliz que la temen los pajarillos de la fuente y las salamanquesas. Es cazadora por naturaleza y sus aves preferidas son las palomas torcaces pero igual corre detrás de una mariposa que de las moscas, de las libélulas, de las sombras... Me costó convencerla de que un ovillo de lana no es para jugar, ni una bobina...Tal vez se ha hecho mayor, como yo, y aquí anda haciendo caso a la OMS y al consejo de ministros.

También tuve un pájaro. Le escribí muchas cosas. Cantaba muy bien pero Missi lo dejó afónico de un susto y se lo regalé a un amigo enamorado de los pájaros. Me costó despedirme de él. Le gustaba muchísimo oír música, en particular clásica y flamenco. Como a mí. Se volvía loco cantando. En su memoria escribí “Diálogo de trinos”. Os dejo dos muestras. Creo que están ya publicadas pero quiero recordar.

 I.- He cortado las hojas secas del culantrillo que no quiso morirse. Todo un acto solemne cantado y proclamado por la música pura del canario tenor y de Ahmed Larinouna. Tar, piano y violón en el chams de Aachia mientras caen las hojas que un día fueron agua; verdor que dejo al viento, memoria de mi sangre.

VII (Für Elise).- Y mi pájaro se vuelve de espaldas, medio ronco, alocado, baja al suelo y se esconde. Se ha perdido en la jaula. Ni un sonido ha salido de su garganta pura. Sordo, asustado, hundido en un abismo, se alimenta, vencido.

Segundo día de cuarentena, quincena o eternidad. Dispuesta a la batalla con mi fiel escudera Missi. Al ataqueeeeee, mis valientes. Cariñosamente a mis lectoras queridas y a mis amigos especiales. No necesito nombrarlos, ellos lo saben. Mariví Verdú

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