
Como persona acostumbrada a la soledad y al silencio, he de decir que no es tan malo, todo lo contrario, es recomendable y sano, yo diría que hasta nutritivo para el alma, pero varía bastante cuando el aislamiento es impuesto y la voluntad anulada. Bien es cierto que en esta ocasión es por una causa tan justificada como anómala pero muy necesaria para el bien común. Y se asume, se toma con resignación, como hay que tomar cualquier situación que no dependa de nosotros mismos, como se lleva la muerte y sus causas, como la enfermedad, la suerte, las deficiencias, un accidente, un cargo de conciencia...
En esta sociedad demócrata, tan lengüetona y dada al yo, yo y si sobra para mí, ha caído como un rayo el que la aten corto y la gente se dispara a la calle con una irresponsabilidad digna del pueblo más ignorante. Menos ml que no pasa con la mayoría y tenemos más gente responsable que inconscientes -a algunos los llamaría malvados- y somos muchos los que hemos hecho caso a la autoridad competente y nos hemos autoconfinado en nuestras casas. Si por mí fuera, esta mañana me dedicaría a borrar capullos y adoquines de mi lista de amigos. Vaya forma de joder la marrana. Por el contrario, me he propuesto dedicarme a lo que más me gusta. Ya lo hago. Y después voy a pintar y a disfrutar de la clorofila y los colores. Pienso acabar de instalar el riego automático y despues comerme unas papas en adobillo con higaditos. Para ello voy a peinarme en condiciones y ponerme unos pendientes, tal vez me perfume y no descarto abrirme una cervecita a media mañana.

También tuve un pájaro. Le escribí muchas cosas. Cantaba muy bien pero Missi lo dejó afónico de un susto y se lo regalé a un amigo enamorado de los pájaros. Me costó despedirme de él. Le gustaba muchísimo oír música, en particular clásica y flamenco. Como a mí. Se volvía loco cantando. En su memoria escribí “Diálogo de trinos”. Os dejo dos muestras. Creo que están ya publicadas pero quiero recordar.
I.- He cortado las hojas secas del culantrillo que no quiso morirse. Todo un acto solemne cantado y proclamado por la música pura del canario tenor y de Ahmed Larinouna. Tar, piano y violón en el chams de Aachia mientras caen las hojas que un día fueron agua; verdor que dejo al viento, memoria de mi sangre.
VII (Für Elise).- Y mi pájaro se vuelve de espaldas, medio ronco, alocado, baja al suelo y se esconde. Se ha perdido en la jaula. Ni un sonido ha salido de su garganta pura. Sordo, asustado, hundido en un abismo, se alimenta, vencido.
Segundo día de cuarentena, quincena o eternidad. Dispuesta a la batalla con mi fiel escudera Missi. Al ataqueeeeee, mis valientes. Cariñosamente a mis lectoras queridas y a mis amigos especiales. No necesito nombrarlos, ellos lo saben. Mariví Verdú
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