jueves, 26 de marzo de 2020

SIEMPRE LA CLARIDAD..., por Mariví Verdú


Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras. (...)
Claudio Rodríguez. (Don de la ebriedad, 1953).

Como cada mañana al despertar, calculo la hora por la luz que entra por mi ventana. Últimamente dejo la persiana hasta arriba y las cortinas recogidas para ver el cielo de la noche si me despierto. Unas veces tiene estrellas, otras nubes, otras agua de lluvia. Diviso al sentarme en la cama el ascua medio extinta, latente y aletargada de mi ciudad y me dan ganas de coger la paleta y removerla como hacía de niña con la copa para que saltaran chispas de colores, pavesas de oro, de todos los corazones que la habitan.
 
Cada día es más temprana la claridad, cada día siento más cerca la primavera, la de verdad, la que nos llene de alegría y de gente joven las calles y las playas, la que nos devuelva las heladerías y los espetos. Es cierto que con sol se ven mejor las cosas pero su luz solo nos deja retratos de un mundo que no es el soñado por todos. Me gustaría ser optimista y yo sé que lo procuro pero anoche me quedé hasta las dos viendo a nuestros representantes públicos y dudo mucho que el país se convierta por arte de magia en una balsa de aceite. Ni viendo la muerte pasear por las calles cambian las actitudes, el egoísmo y la vanidad.
No tenía intención de escribir hoy pero al ventilar mi habitación y el resto de la casa he sentido una humedad que me ha calado los huesos. He asomado la cabeza y me he vuelto como un caracol al que le tocas los ojos sin querer. Me he metido para adentro hasta que pasen un par de horas y se caliente esta nevera que han dejado abierta toda la noche. No hay prisa para nada, bueno, acabo de afirmar lo que es una contradicción, Hay prisa para muchas cosas, urgencias para muchas cosas, inquietud por todo. El regalo de la vida está ha conseguido en este tiempo su máximo valor y reconocimiento, al menos para muchos porque siempre hay desalmados que se creen que sus madres los han parido por un ojo de la cara.

Bueno, está bien esto de escribir por escribir, mi corazón sigue abierto con intenciones y sin ellas, siempre y sin preámbulo. Cuando lo que está encima del papel es un reflejo de una misma es cuando me doy cuenta de lo que decía mi madre...si te hubieran pagado una perra gorda por cada papel que has escrito... Qué arte tenía para todo. Era única para mí y especial para todo el que la conoció. Hoy, porque a las dos nos gustaba y heredé su receta, haré tortillas de bacalao. Ayer comí arroz con bacalao y ya no me queda ni un pedacito pero me ha hecho un montón de avío.

Escribir no es un juego, es, precisamente, un ejercicio de memoria. Y hablando de memoria  me viene al recuerdo una escena que viví siendo niña pero que conservo intacta y colorida como si fuera de hace un rato. Ocurrió el cuatro de diciembre de 1958, cuando la riada de Málaga en la que llegó el agua a casi un metro de altura en mi casa de los Portales de Gómez 62. Sacaron a mi abuela en la sillita del rey, una silla bendita trenzada por los queridos brazos de mi padre y de mi tío Federico. A mi hermana y a mí nos pusieron a salvo en la Finca de San Isidro. Mi familia había hecho tortillas de bacalao y habían varias orzas de manteca colorá cubriendo chorizos y trozos de lomo...
Mañana continuaré. Salud, amigos.

Desde este Garitón donde el sol manda, Mariví Verdú

1 comentario:

  1. De p a pa. Las reflexiones se hacen con cordura y florecen solas. Gracias por las tuyas.

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