sábado, 21 de marzo de 2020

MÁS LOCOS QUE CONTAGIADOS, por Mariví Verdú

Van pasando los días y seguimos viendo la vida desde nuestra ventana con toda su carga de lluvia, de desolación y de tristeza. Aunque quiera una aferrarse a la positividad para sobrevivir, viendo las imágenes que van llegando a nuestros medios de comunicación no cabe más que el pesimismo y el desearnos suerte. Estamos rodeados de egoístas desalmados, de egocéntricos y gente a la que no puedo comprender. Esa pandilla de 31.000 locos que han sido multados por salir del confinamiento se han creído que esto es el coño de la Bernarda. Vaya, que hay más locos que contagiados por el coronavirus. Y a ver quién nos libra de tanto descerebrado porque eso sí que es peligro, una amenza de nuestra especie, no hacen falta virus ni microbios, los tenemos de carne y hueso. Mientras, la primavera comienza por cada rinconcillo, por cada calle, por las jardineras y arriates, por campos y veredas, poniendo sus colores como hizo siempre, solo que hoy nos llega de otra manera menos grata, más imperceptible, porque nuestro corazón no está para que le bulla la sangre como sería lo natural. Nos hemos quedado de piedra.

Como contraposición y afortunadamente, he de decir que quedan muchos corazones de verdad, que son más los corazones tiernos que los duros, más los abiertos que los cerrados. Ayer recibí la llamada de un amigo reciente ofreciéndome su ayuda, su comida, su dinero si lo necesitara, me dijo que me dejaría en el portón la fruta, la verdura, lo que en sus manos tuviera... Mi vecino de atrás también lo hizo desde la valla metálica que separa nuestros patios. Yo le pasé una bolsa de limones porque mi limonero es lunero y no para de darme frutos. Muchas gracias a Juani y a José Miguel, ayuda bastante saber que se puede contar con ellos. Y gracias a Alberto Brasero que ayer puso su nota positiva dando el tiempo, intentando alegrarnos el corazón.

Por fin pude dejar la tierra ayer como yo quería para poder trasplantar las tomateras, Y lo hice con mucho esfuerzo pero cada día estoy más convencida de que el trabajo físico es importantísimo para el posterior descanso síquico. No hacer nada es tan desconsolador y tan frustrante... Limpié el bancal todo lo que pude de malas yerbas, hice los camellones y di dos viajes con la carretilla para llevarme las macetas donde había sembrado los plantones en tierra buena. No sé cómo fue pero rompí el tercer plantón a la hora de sacarlo, se me calló la maceta y lo quebró. Quise ponerle un palillo y vendarlo por lo tronchado pero se hizo dos y murió. Casi lloro. Qué pena más grande con lo que estaba yo mirándome en ella... Tan preciosa que estaba mi tomaterilla. Ya no se rompió ninguna más, ni de las de pimiento tampoco. Les puse el riego pero no lo enchufé porque sabía que predecían lluvia para hoy y mañana. Decía Elton Trueblood "Cuando un hombre planta árboles bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida". Yo digo lo mismo pero con mis pimientos y tomates, aunque es cierto también que espero verlos florecer.

Advierto a los amigos que se abstengan de mandarme nada que no sea un abrazo o un comentario positivo. No voy a abrir ningún mensaje alarmista, ya no puedo más, ni recetando ni criticando, ni poniendo más en vilo este corazón que se me sale. Tampoco quiero gente negativa, egoísta o quejosa dándome la lata por wasap. Tened piedad y, por muy desasosegado que estemos, intentemos ser cuidadosos con el corazón de los demás.Y cuidarnos, ser positivo es una forma de hacerlo.

Mientras tanto, dosificando mi comida para no tener que salir, estoy preparando una serie de acuarelas en la que quiero pintar a todos mis amigos y familiares. Ya llevo unas pocas acabadas. A óleo tengo ya a muchos de ellos y parece que no pero me dan compañía. Están colgados en mi pasillo. El de mi nieto lo tengo enfrente de mi cama. Lo pinté hace tiempo, cuando era pequeñito, de brazos todavía. Estamos los dos bajo la yedra, junto a las pilistras (llamada también aspidistras), y con algunos medallones de sol sobre nosotros. Estamos en El Garitón, desde donde escribo cada día que puedo (desde que comenzó el confinamiento, con hoy serán ocho )y hasta que el tiempo me lo permita.

 Ayer dicen que fue el día del gorrión y me acordé de varias letras donde nombro a ese pajarillo tan humano y que vuela tan bajito como yo. Se las dedico a Alberto Brasero y a todos los que quiero y me llenan la vida de esperanza.

En el patio de la cárcel
vi un gorrioncillo volando
y yo que vivo aquí dentro
con él me voy escapando... (La soledad, 2007)

Libre vuela el gorrioncillo
desde que amanece el día;
ay, si pudiera volar
Dios sabe que cantaría.

Dios sabe que cantaría
si yo pudiera volar
y por no tener no tengo
ni ganas ni libertad.   (Desde la albura, 2013)

 Mariví Verdú

*No viviremos lo suficiente para agradecer el trabajo entregado de los sanitarios, de las fuerzas de seguridad y de todas las personas que nos hacen vivible el día a día. No hay dinero para pagarles. Dejémosles trabajar en paz. Muchas gracias.
Por cierto, gracias a mi amiga Pepi por darme el contacto donde poder brindar mis servicios como costurera para hacer mascarillas. Hoy mismo lo gestionaré. Es maravilloso ser útil y además es necesario.

Foto portada: Pedro Durán Verdú
Resto fotos: Mariví Verdú


2 comentarios:

  1. Gracias Mariví Verdú. Por regalar tu talento y tu tiempo. Recogerás buena cosecha, seguro.

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    1. Muchas gracias, Concha, a tí por tus palabras de aliento. Se agradecen doblemente, qué digo doble, infinitamente, en estos momentos. Un abrazo desde este pequeño punto del mapa donde todo está cerca.

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