viernes, 27 de marzo de 2020

HOY MANDA LA LLUVIA, por Mariví Verdú

Tomarse la vida en serio puede llegar a matarnos pero no tomárnosla con la seriedad que ella requiere también y es, además, un grandísimo error, un desagradecimiento y un desperdicio. Sí, amigos, la lucidez, el estado consciente del ser humano puede llegar a matarnos o a no dejarnos vivir, que es algo así como morirse a cada instante. Esto afirmación no la hago por gusto, la confirmo después de una reflexión de años, madura, con su triste carga de pena, de tragicomedias, de soledad y de pura alegría. La alegría ha sido durante mi vida una parte importante de ella, así como el entusiasmo y un sentido de justicia bastante aferrado a mi conciencia. La soledad, mi larga soledad (muchas veces acompañada) ha sido el estado en el que han nacido los mejores y más claros pensamientos. He tenido tiempo de conocerme y de saber lo que soy y lo que quiero ser. La tragedia y la comedia humanas han servido siempre de inspiración, mi tierra ha sido el escenario idóneo donde ofrecer mis sentimientos y la pena del ser el único vehículo que me ha llevado y traído de la cabeza al corazón.

Con la distancia que dan los años de una misma, analizando paso a paso los pasos dados, me doy cuenta de que, aunque no siempre los di acertados, en todos cargué con el camino, con el hambre y con la sed. Escribo desde niña, desde que tengo recuerdos, como una perfecta loca que muere si no puede decir que está muriendo. Creo que me he tomado la vida muy en serio. Y el oficio. Aunque hay maestrillas y maestrillos que no me quieren aprobar la reválida, tal vez porque saben que los pongo en evidencia cuando quiero, por estilo, por ganas, por trabajo eficiente y por verdad. No necesito entrar en asociaciones ni academias como miembro de nada, ni necesito encuadernar mis escritos, no. Eso quedó ya muy atrás. Me modernicé cuando me morí. Y hay medios donde colgar los pensamientos para que se aireen y los tome quien quiera en comunión.  Cuando alguna vez han intentado minar mi moral diciéndome que me falta una titulación y que les doy pena porque lo mío, sin ella, no llegará a ninguna parte, solo les hago el siguiente comentario que da fin a la conversación: es verdad, qué pena, no llegaré a ser como tú. El resto de la frase queda para mis adentros y unas veces dice: menos mal. Otras, simple y llanamente, los mando a tomar por culo.

Hoy, como veis, no tenía ganas de hablar de la situación que atravesamos, no quiero hablar más y por un tiempo del horror y de la pena que me da este pánico que sentimos todos actualmente. Solo quiero hacer balance de cosas personales y dejarlas escritas para que consten en este acta volátil y certero. Quiero hablar del orgullo que siento de esa pequeña familia de tres que es la que me da vida y esperanza. No estoy sola, tengo a mi hijo con un corazón que no le cabe en el pecho y una lucidez que me da miedo. Miedo y muchísima pena. Haber madurado a la fuerza y desde niño no era propio ni típico en los tiempos que le correspondieron, tiempo de papás y de algodones que él nunca disfrutó. Sin embargo, puedo asegurar que es un hombre tan verdad como esta lluvia que cae hoy detrás de mi ventana. Y qué suerte haber encontrado una compañera tan especial y maravillosa y ser padres del niño que me roba el corazón.  La vida de ellos me hace continuar hacia delante dándome fuerzas en la lucha. Por ellos y por sus vidas, doy las gracias. Y por este agua mansa que tan bien le viene al campo. Gracias.

Viendo amanecer desde  este Garitón donde hoy manda la lluvia, Mariví Verdú

*Estas palabras con las que pongo hoy punto y final tal vez sean extensibles a todos los que tenéis hijos y nietos. Ellos son nuestra fuerza y nuestro futuro, la paz de nuestro sueño.

* A Pedro, Cristina y Dani. Y a Emma.

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