miércoles, 18 de marzo de 2020

LA PETITE ÉPÉE DE DAMOCLÈS, por Mariví Verdú

 No recuerdo un mes de marzo más largo. Ni en los momentos de mi niñez, aquellos en los que el tiempo era elástico, moldeable y los días tenían más de tres dimensiones -contando como una dimensión el perfume de los chilindros y otra la pequeñez de los diminutos llamanovios-. Aquellos días azules y este sol de mi infancia vienen a la memoria como todos los versos imprescindibles de Machado. El aprendizaje que me regaló su Juan de Mairena lo llevo nítidamente en mi memoria como aquellos campos y huertas que flanqueaban la 340 que nos hermanaba con Cádiz.

Hoy, recordando en esta soledad necesaria y urgente, miro a mi ciudad desde la lejanía. Más cerca, el campo, justo detrás de mis cristales, mostrándose exultante  de belleza. El campo, que solo entiende de agua y de sol, de manos entregadas y buen humus, está ajeno a todo lo que ocurre. Siento su agradecimento por la lluvia. Hay un verdor intenso y un silencio penetrante en estos altos alhaurinos roto solo por el canto de los pájaros. Los montes de mi espalda observan con la vieja mirada de las piedras y guardan su milenario silencio apiadándose de todos nosotros. Yo los he oído llorar. Antes corrían los conejos por aquí, había búhos y lechuzas...no sé dónde habrán ido para dejarnos sitio.

Esta noche he soñado, eran más de las cinco cuando ocurrió, con nuestro presidente. Nunca lo hice con Mariano ni con José María, tampoco con Felipe ni con José Luís, mucho menos con Leopoldo y en tiempos de Adolfo tenía yo la vida llena de sueños rotos. He de contaros que he tenido una gratísima experiencia: he hablado con él, le he dado las gracias y he podido darle un abrazo. Y es que anoche no podía dormirme pensando en su suerte. Y en la nuestra. Por fortuna, esta crisis nos ha cogido en sus manos porque si hubiese estado algún otro listo nos hubiera caído la helá. Siento un profundo respeto por él, hoy más que nunca, y no voy a admitir que le achaquen esta desgracia que nos amenaza, esta espada de Damocles que cuelga sobre las cabezas de todos los habitantes de esta tierra, redonda y vulnerable, a la que tanto jugo le hemos sacado. No es tema político el que me mueve a soñar -a los sueños no los mueve nada más que su voluntad-, pero contároslo si es por propio deseo. Me mueven la justicia y la lógica. ¿Quién de nosotros se siente capacitado para aguantar el embate histórico que él, con su juventud, lleva adelante? Le vi un cara muy triste ayer, muy desconsolada. Tal vez por eso se quedó en mi cabeza e irrumpió en mi sueño. Es mucha la responsabilidad que le ha venido encima. Es humano, por eso lo entiendo. Lo único que no logro entender es lo de la corona. Sí, la, en femenino. Eso ni lo entiendo ni lo entenderé. Y que nadie me lo explique porque me niego a razones. No admito a los divinos.
 
Estoy a la espera de que me llame mi médico, Antonio Lara, porque han habilitado las consultas telefónicas y necesito medicinas. Tiene la facultad de consolarme siempre. La medida tomada es una forma de evitar contagios que aplaudo desde mi pequeño hemiciclo informático. He de decir que el sistema sanitario funciona perfectamente. Y que podría hacerlo mejor de no haberse expoliado tanto cuando mandaban los ricos. ¿Dónde está el amor a España de Soraya, Ana, Dolores, Fátima o Luis?...¡en el guindo! Nadie ha salido ni a dar un poco de ánimo a los españoles. Solo excuso a Ana Pastor y porque está malita con el virus. Bueno, pues ya está bien de acordarse de los que se fueron a disfrutar pagas eternas porque de seguir recordando tendría que pasarme también por la cárcel y ya vivo lo suficientemente cerca de ella.

El viento amenazaba anoche detrás de mi ventana y jugaba a las sombras chinas en mi cuarto. Hice pan porque para hoy ya no me quedaba. Por tal de no salir. Hice tres barras, una de ellas con pipas de girasol... Me corté una buena teta y le puse aceite de olivas recogidas por mi amiga Pepi y por su esposo Miguel. ¡Mira que está bueno un pan recién hecho! Juro que estaría amasando para todos vosotros hasta que pasara la crisis, si hubiera forma de hacéroslo llegar. De momento, amaso un pan de amor cada mañana. Estáis invitados.
Desde El Garitón, con las calas en flor, Mariví Verdú

 Las calas marchitándose sin que yo les eche ni un piropo siquiera...
Fotos de esta misma mañana. A Remi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...