domingo, 5 de abril de 2020

EL DEBER DE NO CLAUDICAR. A LUIS EDUARDO AUTE, por Mariví Verdú

Ayer tuve el cuerpo cortado todo el día, sin ganitas de nada, tampoco pude dar ni un paso por el exterior de la casa porque el tiempo me echaba para atrás. Hacía frío, lloviznaba y corría un viento ingrato y desagradable que cortaba la cara. Ya había amanecido en gris, uno de esos días desabridos, como si les faltara corazón. Fue un día perdido. No era para menos. Esperando la noticia que confirmaba lo que ya me temía, la continuación del confinamiento hasta finales de abril, me entero de otra noticia que me dejó helada del todo: la muerte de Luis Eduardo Aute. Solo tenía setenta y seis años, casi nada para quien está lleno de arte. Aunque era más viejo que el mundo, tenía la mirada tan trasparente como los ojos de un niño.

No hay poeta que se precie entre los de mi generación que no lo hubiese sentido su maestro, abriéndonos luces y ventanas al armazón que nos había colocado el adoctrinamiento. Nadie que le hubiese puesto oído a sus canciones, a sus poemas redondos, pudo evitar que nos inoculara el más dulce de los venenos, el de la poesía. Poeta de carne, de dolor descarnado, poeta íntimo, transgresor de lo antinatural, poeta íntimo, erótico, libre, rompedor de la hipócrita moral de la época, nos quitó la careta de un plumazo y la miseria del pecado como su humana absolución. La libertad de pensamiento que nos abrió en el alma es inolvidable, digna del más cariñoso agradecimiento. Aute rompió moldes, creo escuela y fue un artista en todo lo que tocó, en todas las artes en las que decidió decirse a los demás: pintura, escritura, música, cine, escultura... 

Quién no tiene en su memoria y podría continuar estos versos:

...un bello amor sin un final
que olvidé para perdonar.
Es más fácil encontrar...

Si te dijera, amor mío
que temo a la madrugada...

De alguna manera tendré que olvidarte,
por mucho que quiera no es fácil, ya sabes...

Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo...

Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido, sin tu latido...

...vivir es un accidente,
un ejercicio de gozo y dolor.
Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.


Todos sabemos que forman parte de sus canciones:  Rosas en el mar, Al alba, De alguna manera, La belleza, Sin tu latido, De paso... música y versos que nos llegaron al corazón y nunca salieron de él. Su vida y su obra han sido en provecho de la libertad de pensamiento de todos nosotros.

Esta mañana casi desisto de escribir en su memoria, el ordenador se ha apagado dos veces antes de acabar mi escrito y se han perdido dos textos en el limbo informático. La urgencia no es buena, hay que ir despacito, con buena letra, y guardar las cosas para poder encontrarlas luego. Sin embargo, como todo estaba en mi corazón y seguirá estando mientras me duren los recuerdos, he vuelto a hilvanar mi tristeza, la que supone decirle adiós a un maestro. Descansa en paz, Luis Eduardo Aute.

Desde El Garitón, asombrada ante el sol y las circunstancias, Mariví Verdú

Fotos: Mi calle desierta y la primera rosa de 2020 de los rosales viejos. Para Luis Eduardo.

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