(Libro inédito)
No es muy normal que una idea te eche de la cama con lo buenísima que está a las cuatro y media de la mañana y te empuje a encender el ordenador y anotarla, a desarrollarla con empeño y a publicarla, como si amasaras con hambre de semanas un pan que vas a repartir en un par de horas. Un pan por el que no se cobra y que solo compartes con quien sabe apreciar el olor de lo candeal, de lo recién hecho, de lo hecho con amor. Creo que ese es el rasgo que define a quien es escritor o escritora de corazón y los diferencia de los que lo hacen por obligación de entrega, escritores de carné y sueldo, la mayoría con mucha ínsula y poca gracia. Mi madre decía: “si te pagaran a perrilla chica cada hoja que has escrito en tu vida, serías multimillonaria.” Pronto se cumplirán catorce años de su muerte. Si ella supiera todo lo que escrito desde entonces traduciendo lágrimas...

Y, hablando de aforismos, proverbios, refranes y dichos populares, no hay mejor muestra que nuestro refranero o la poesía que contiene el flamenco, voz del pueblo y para el pueblo. La sabia voz popular es conocimiento, el compendio de reflexiones y sentencias que le sirvió una vez a alguien, se transmitió oralmente por generaciones, algún día alguien las anotó... Hoy continúan siendo válidas para los seres humanos formando parte de nuestro patrimonio cultural. Quiero acabar recordando al poeta del 27 Fernando Villalón cuando decía: Tu madre no dice ná/ tu madre es de las que muerden/ con la boquita cerrá. O aquello de “Las piedras p’abajo ruean” o “No por mucho madrugar, amanece más temprano” -refrán que me aplico cada día-, dichos que no han llegado a la voz popular por gusto, por gusto se llevan los abanicos.
*“Mis dichos: Adagios y aforismos” es una recopilación que pretendía ser libro y que quedó en simple archivo de ordenador, algo así como una casa en el aire. Lo inicié en 2017 recogiendo anotaciones y ocurrencias, lo retomé el pasado año para añadir algunas más y sigue en construcción. Lo comenzó mi hijo mayor un día en la playa, cuando era un niño, y después de preguntarme qué eran las nubes y mi consiguiente respuesta, afirmó dejando abierta una pregunta: Entonces...¿las nubes son agua seca? Aquella reflexión sobre la verdad imposible va en la dedicatoria del libro. Hoy, con lo complicado que veo el futuro (ni más ni menos que como ha sido mi pasado), voy a ir dándole salida a cada uno de mis dichos porque prefiero que anden por el aire a que se pudran en el limbo, ese que cualquier ordenador lleva implícito en su obsolescencia programada. Algo así como la línea plana que acaba con cualquier cosa viva pero mucho más fría siendo la máquina que es. Mejor entrego mi obra al viento y que llegue donde tenga que llegar. Ojalá al corazón.
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