jueves, 9 de abril de 2020

MIS DICHOS. ADAGIOS Y AFORISMOS, por Mariví Verdú

Hay un cazador, agricultor y cocinero dentro de cada ser humano: el superviviente.

De “Mis dichos. Adagios y aforismos”.  Mariví Verdú, 2017
(Libro inédito)

No es muy normal que una idea te eche de la cama con lo buenísima que está a las cuatro y media de la mañana y te empuje a encender el ordenador y anotarla, a desarrollarla con empeño y a publicarla, como si  amasaras con hambre de semanas un pan que vas a repartir en un par de horas. Un pan por el que no se cobra y que solo compartes con quien sabe apreciar el olor de lo candeal, de lo recién hecho, de lo hecho con amor. Creo que ese es el rasgo que define a quien es escritor o escritora de corazón y los diferencia de los que lo hacen por obligación de entrega, escritores de carné y sueldo, la mayoría con mucha ínsula y poca gracia. Mi madre decía: “si te pagaran a perrilla chica cada hoja que has escrito en tu vida, serías multimillonaria.” Pronto se cumplirán catorce años de su muerte. Si ella supiera todo lo que escrito desde entonces traduciendo lágrimas...

Esta madrugada habían dos argumentos rondando mi cabeza que, aún dormida, ya andaba escribiendo y desarrollándolos. Al despertar, uno se había borrado totalmente. Tenía que ver con la belleza, es lo único que recuerdo, y con las rosas. El otro, el que resumo con el aforismo que da título a la crónica,  tiene un montón de enjundia y cientos de interpretaciones  pero nadie me negará que dentro de cada uno de nosotros hay personajes que desconocemos, aptitudes que afloran sin previo aprendizaje, como si el conocimiento ya viniera dado en nuestros genes y se ocultaran en el típico amaestramiento que sufrimos y que no llega a ocupar ni el uno por ciento de nuestras capacidades. Para que nos nazcan estos desconocidos solo tenemos que vernos en la circunstancia precisa y, al igual que nace de nosotros un superhombre capaz de llevar a cabo las mayores hazañas, las labores más sublimes y las tareas más cotidianas para las que nunca pensó sentirse preparado que aflora el más ruin de los ladrones, el más aprovechado, el inútil o el más vil de la especie. Lo más nefasto del humano. Hay de todo en esta viña sin amo. En este tiempo de crisis, dentro de este estado de alarma en el que estamos inmersos, hay personas que dan de sí el máximo de su bondad y cualidades pero los hay también y en mayor número del que me gustaría gente sin alma que se dedica a hacer daño y a aprovechar las calamidades de los demás para su propio beneficio. O sadismo. Algunos llegan a límites insospechados. Menos mal que tenemos una memoria selectiva y olvidamos antes lo malo que lo bueno. Sería imposible vivir, de no ser así.

Y, hablando de aforismos, proverbios, refranes y dichos populares, no hay mejor muestra que nuestro refranero o la poesía que contiene el flamenco, voz del pueblo y para el pueblo. La sabia voz popular es conocimiento, el compendio de reflexiones y sentencias que le sirvió una vez a alguien, se transmitió oralmente por generaciones, algún día alguien las anotó... Hoy continúan siendo válidas para los seres humanos formando parte de nuestro patrimonio cultural. Quiero acabar recordando al poeta del 27 Fernando Villalón cuando decía: Tu madre no dice ná/ tu madre es de las que muerden/ con la boquita cerrá.  O aquello de  “Las piedras p’abajo ruean” o “No por mucho madrugar, amanece más temprano” -refrán que me aplico cada día-, dichos que no han llegado a la voz popular por gusto, por gusto se llevan los abanicos.

Desde El Garitón, pensando en las rosas perdidas, Mariví Verdú

*“Mis dichos: Adagios y aforismos” es una recopilación que pretendía ser libro y que quedó en simple archivo de ordenador, algo así como una casa en el aire. Lo inicié en 2017 recogiendo anotaciones y ocurrencias, lo retomé el pasado año para añadir algunas más y sigue en construcción. Lo comenzó mi hijo mayor un día en la playa, cuando era un niño, y después de preguntarme qué eran las nubes y mi consiguiente respuesta, afirmó dejando abierta una pregunta: Entonces...¿las nubes son agua seca? Aquella reflexión sobre la verdad imposible va en la dedicatoria del libro. Hoy, con lo complicado que veo el futuro (ni más ni menos que como ha sido mi pasado), voy a ir dándole salida a cada uno de mis dichos porque prefiero que anden por el aire a que se pudran en el limbo, ese que cualquier ordenador lleva implícito en su obsolescencia programada. Algo así como la línea plana que acaba con cualquier cosa viva pero mucho más fría siendo la máquina que es.  Mejor entrego mi obra  al viento y que llegue donde tenga que llegar. Ojalá al corazón.

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