domingo, 26 de abril de 2020

NO SE PUEDE CONTENTAR A TODO EL MUNDO, por Mariví Verdú

¿Qué te hace pensar que tienes algo que decirle a la gente?

Hoy, veintiséis de  abril de dos mil veinte, es un día especial, un domingo con tintes de domingo, de fiesta, de desconfinamiento y paseo para los niños menores de catorce años (con esa edad, yo habría dado positivo ya en coronamor), en fin: un día para recordar. Después de mes y medio de encierro, podemos analizar un poco qué es lo que tenemos en la vida, qué somos, quiénes somos y quiénes tenemos al lado, enfrente o en la lejanía, quién es nuestra familia (aunque ya lo supiéramos algunos) y a quiénes les otorgamos el noble título de amigo; a quiénes le importamos, a quienes un poco, algo o nada y hemos visto claro el grado de febrícula que tiene su envidia o las pulsaciones que transmiten en sus palabras. Hoy es un día para el recuerdo y también para la reflexión. Es muy importante saber que si nos quedamos sin poder abrazar ya a nadie de aquí en adelante, si nos tenemos que comer los besos y tragarnos la hiel que eso deja en la boca, si ya no habrá más caricias ni achuchones a los que queremos ni sentiremos cerca el aliento o el sudor del amante, siempre podríamos reflexionar sobre el tema y sentir la cantidad justa de tristeza, no más. Sentirla nada más por los que nos han demostrado en este tiempo de infinita cuarentena que le importamos. Será más llevadero porque quedará reducida a sentirla tan solo por los que queremos tanto que no necesitamos más que saber que se encuentran bien de salud y que sobreviven felices. No tendremos que sufrir por los que le importamos tres leches y a los que darles un beso o un abrazo sería tan injusto como prescindible.

Me eduqué en el cristianismo y me cuesta mucho todavía decir cosas que pueden resultar  ofensivas o agravios para los creyentes pero todos somos libres de creer, desengañarse, descreer o profesar el amor al prójimo de la manera que le dé la realísima gana. Ya está bien de hipocresía. Una vez, hace ya muchos años, me dieron una lección de moralidad sobre lo que para mí era un acto social más, sin trascendencia alguna. La recibí de un hombre con el que estuve unida sentimentalmente durante tres años, tres años sin convivencia pero viéndonos casi a diario y tomando confianza familiar. Fue en una entidad flamenca bastante famosa donde la recibí. Tras besar a todo el mundo que se me acercó (en aquel tiempo estaba más delgada pero tenía más peso específico) y saludar a todos por igual, a los que me querían en la piqueta y a los que yo creí que sentían hacia mí una amistad sincera (una vez pasado el tiempo, han quedado tan reducidos que se puede decir que son cuatro gatos). No me dijo nada entonces, estuvimos allí mientras duró la actuación de todos los actores flamencos, y nos fuimos. Al despedirnos, fui a darle un beso y me retiró la cara. Me dijo las siguientes palabras: no, yo no quiero ningún beso. Primero lávate la cara. Y piensa, ¿cómo vas a darle un beso a todo el mundo o sonreír a quienes no te quieren? No sería justo para los que te queremos. Para mí, no. Y se fue.

No niego que aquella noche lloré y estuve dándole vueltas a la cabeza hasta que me dormí con el corazón encogido, pero me dieron una de las lecciones más importantes que he recibido en la vida. Desde entonces, no tengo besos para los que no quiero ni sonrisas a go, tampoco pelos en la lengua para expresar los motivos. Siempre fui amigable, totalmente sociable, desde muy niña quería contentar a todo el mundo... pobre de mí. Nada más lejos de una misma, del yo interior, del espíritu y del desarrollo como persona única e irrepetible que somos. Ya nunca más voy a excederse en ser buena para quitarle a la bondad el sitio de privilegio que merece, qué nadie confunda el ser sociable con el ser imbécil o peor aún, con el ser hipócrita. Demos a cada uno lo justo y necesario. Nos ayudará en la vida y más aún en el desconfinamiento.

Desde El Garitón, en un domingo inolvidable, sobre un reguero de acelgas, Mariví Verdú

*La frase que encabeza este escrito de hoy la cogí al vuelo en la película "Rebelde entre el centeno", film que narra la vida del famoso y enigmático escritor Jerome David Salinger (nacido en Manhattan- Nueva York el 1 de enero de 1919) centrándose en las circunstancias que rodean la creación de su obra maestra, "El guardián entre el centeno". Salinger murió con noventa y un años. La pusieron anoche. La película está dirigida por Danny Strong y protagonizada por Nicholas Hoult y Kevin Spacey. Me gustó muchísimo porque, menos en lo de la obra maestra -todavía no la he conseguido-, por lo demás...un alma gemela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...