lunes, 13 de abril de 2020

PARA LA LIBERTAD...LIBROS, por Mariví Verdú

La libertad es una librería. Joan Margarit

Me gusta hacer un ejercicio de memoria cada noche, antes de darme al sueño. Las agendas, cuando ya no tiene una obligaciones con nadie ni citas de trabajo -ese horrible trabajo de ir a citas que no deseas, las otras no necesitaba apuntarlas y ya no tengo-, empiezan a ser útiles para escribir una especie de diario confesionario al que regreso cuando tengo alguna duda de si he muerto o si alguien lo ha hecho antes. En estas crónicas diarias que no sobrepasan la cuartilla, puedo expansionarme de puño y letra y muy a gusto y despacharme como me da la realísima gana. Espero que me dé tiempo a quemarlas antes de que me vaya y entre por mis puertas la curia descubriendo así mis íntimos secretos o, en el peor de los casos, tirando mi vida a la basura sin prestarle la más mínima atención. En una cuartilla caben besos y lamentos, en otras palabrotas y en muchas mando a más de uno a donde picó el pollo o directamente dejo de hablar de ellos, que no sé lo que es peor, hacer el vacío o despotricar de alguien.

De que me gusta escribir no caben dudas. Pero lo mismo que amo mi palabra escrita, amo la de los demás. Siento un profundo carño por cada uno de los libros que conforman mi librería o que han pasado por mis manos, bien sean desde la biblioteca pública, bien prestados por algún amigo del alma o heredados de la familia (una suerte haber tenido una familia dada a la lectura). Los libros son agendas sagradas, algunas más extensas que otras, bien contadas por otras personas, la mayoría inteligentes, ocurrentes, interesantes. Adoro los libros que vienen hacia mí como predestinados, tantos desde Platero hasta hoy, desde El Quijote hasta mañana, desde Un mundo feliz hasta la eternidad... La gente que no lee, con dificultad podrá pensar. La gente que no piensa es peligrosa. Desde que el hombre descubrió sus lágrimas, el vacío de una pérdida y la pasión amorosa -da igual el orden, creo que es a la inversa- y cogió barro, piedra o carbón...ay, el carbón y la gubia y la palabra, ya comenzó su perdición y la mía. Desde la primera duda hasta el encuentro con los dioses, todo me interesa.

Esta madrugada -no sé en qué programa ha sido porque me he despertado varias veces y en dos ocasiones he puesto la televisión- he oído una frase del poeta Joan Margarit, (Premio de Literatura Miguel de Cervantes 2019) que me ha llamado la atención dando inicio a mis palabras de hoy: “La libertad es una librería.” Es el verso dieciséis de los veinte con los que cuenta el poema La Libertad. Los dos anteriores son: Las palabras República y Civil. / Un rey saliendo en tren hacia el exilio. 

Si lo queréis oír en voz del poeta, podéis escucharlo aquí: 
https://www.joanmargarit.com/es/la-libertad/


Que a mí no me enmienda nadie:
libre quiero yo vivir,
libre me parió mi madre.
 

Sí, mi libertad, así le canté por soleá, ay mi libertaad, la libertad... la libertad de los libros y el labrador de más aire...

Ay, mi Miguel Hernández.

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada,
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.



Desde El Garitón, envuelta en lluvia, Mariví Verdú

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