sábado, 11 de abril de 2020

FOLIO EN BLANCO, por Mariví Verdú

 Esta madrugada me he pasado un buen rato frente al folio en blanco, sin saber con qué palabras dar el primer paso para encarrujar mi crónica. Estoy alelada, descafeinada, obnubilada, apollardada y no sé cuántas otras hadas más me harían falta esta mañana para coger el hilo de tanta idea inconexa y torpe que pasa y cruza por mi cabeza sin pararse a meditar. Perdida en el blanco de la pantalla, miro por la ventana y, así como ayer me dieron ganas de vestirme y ponerme a hacer cosas bajo un sol apetecible, hoy me dan ganas de meterme en mi concha y dejarme llevar por la apatía. Espero no tener que luchar contra la glotonería, tan típica en situaciones de inacción.  

De pronto y como el que no hace la cosa, acabo de darme cuenta de que el primer párrafo está escrito. Entonces me acuerdo de Lope y de Violante y sigo p’alante. Una hora de la tarde de ayer se la dediqué a las torrijas. Me comí dos. Hice una fuente, como si viniera a comer un regimiento, y es que está una perdiendo la chaveta. Ahora tocará comérselas y cuando salgamos de ésta tendré un sobrepeso que en nada me beneficia. Necesitaré andar cada día un par de horas como poco, si no quiero tener que comprar de bulla una talla que no tenía y que no me gusta un pelo.

Ayer estuve interpretando mi papel de perfecto gañán, un rol que tomo bastante a menudo desde que vivo aquí, en mayo hará catorce años. Yo soy mi propia bracera, la cultivadora ideal porque nadie como yo quiere lo que es mío. Reconozco cada rincón de esta suerte, cada golpe de grama o rosa nueva. Hay quien tiene jardín para enseñarlo pero nunca va nadie porque no tiene amigos pero también los hay quienes dejan que habite dios en su jardín, todo dios, y lo disfruta. Los primeros tienen su jardinero, los segundos tienen dos manos trabajadoras y a dios suelto por el jardín. Y cuando van los amigos no saben qué ofrecerles, qué fruta darle, qué ramo de acelgas o de violetas o qué matita de orégano o de romero cortarle para que regresen pronto.

Antes de éste último párrafo me he levantado a desayunar. Sí, soy mala, malísima, pero qué bueno está un huevo frito con dos lonchitas de tocinillo ibérico acompañadas por un trozo de pan cateto y un café. Si estará bueno que ha salido el sol y todo para verme feliz. Y ahora sí que pongo punto y final, aquí mismo, porque dejé ayer una faena a medias y voy a aprovechar estos rayitos que me acaban de regalar para acabarla. Y para dar gracias por haber superado otro día más la prueba del papel blanco.

(...) Ya estoy en el segundo, y aún sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

Desde este rincón alto de la provincia de Málaga, a punto de irse a barrer El Garitón, Mariví Verdú

*Dice hoy la RAE que, en una de sus greguerías, Ramón Gómez de la Serna dijo que «”pingüino” es una palabra atacada por las moscas». Sobre la «u» con diéresis, también decía que «es como la letra malabarista del abecedario». Yo no tengo otra cosa que decir que hasta mañana, amigos.

Fotos de Pedro Durán Verdú

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